viernes, 13 de abril de 2012

"El mal, viste de traje"

Título: Meeting Evil (Conociendo la maldad)
Año: 2012
Género: Crimen, Drama, Thriller
Director: Chris Fisher
Guión: Chris Fisher, Thomas Berger (basado en su novela)
Duración: 89min
Reparto: Luke Wilson, Samuel L. Jackson, Leslie Bibb, Peyton List, Muse Watson, Tracie Thoms
Produc.: Louisiana Entertainment Screen Services - L.E.S.S., Motion Picture Corporation of America (MPCA), Stage 6 Films
   
En Meeting Evil, John (Luke Wilson) es un desanimado hombre de familia, quien, tras llegar a su casa, luego de ser despedido, recibe la visita de un extraño llamado Richie (Samuel L. Jackson), quien, aunque parezca sólo necesitar ayuda con su auto, la verdad es que planea mucho más que eso.
John llega a casa, deprimido y desempleado, con ganas de matar sus penas en un whisky. Apenas ve a su esposa, envía a sus hijos al cuarto, antes de ponerse a discutir. Esta es de esas situaciones donde, frente a un marido impotente y problemas financieros, la mujer es incapaz de sonreírle, en cambio recriminándole su incapacidad para serle funcional a la causa. Hombre y mujer discuten un poco y luego Joanie (Leslie Bibb) sale a pasear con los chicos.
En seguida, John escucha el timbre y abre la puerta. Lo que se encuentra es un individuo de color, trajeado como él, pero de sombrero negro, que le pida una mano con su auto. En John persiste la misma cara de antes y es incapaz de cambiarla por la del buen vecino, aún cuando, ante la insistencia, se decide a ayudarlo. La cosa es fácil. Él debe empujar, mientras el otro tipo trata de encenderlo. John se pone, entonces, tras el auto y empieza a hacer fuerza, pero no mucha, porque él es uno solo. Pese a esto, lo peor viene de Richie, que, quien sabe si estará esperando a que llueva, para tratar de encenderlo. Una niñita que los mira desde cerca ve cómo Richie, de pronto, ha abierto la valija, además de que sostiene un revolver. Richie, quien también se percata de su presencia, decide abortar.
La imagen que Richie muestra a John es la del típico buen ciudadano, educado y discreto, que conoce las leyes y le gusta cumplirlas, que no se mete con nadie y al que no le gusta que lo ofendan. Pero bien pareciera ofenderse fácilmente. Es también la imagen de un hombre que, una vez más insiste, esta vez con invitarlo a una bebida. Eso lo mínimo que puede hacer como agradecimiento.           
Sin entrar en detalles demasiado reveladores, Meeting Evil recuerda a películas como La Huérfana (2009) o Ángel Malvado (1993), ambas sobre personas de falsa cordialidad, que eran en realidad unos demonios, y ambas, también, con finales casi idénticos.
Sin proponérselo, John acaba siendo absorbido por ese mundo de pura demencia, que habita su lunático compañero de viaje, el cual comete atrocidades a diestra y siniestra, sin que su rehén se entera, o pueda hacer algo al respecto. Es la diferencia de personalidades, dos extremos de una misma raya, lo que concede a la película su mayor atractivo, con, por un lado, un padre de familia asustado e inseguro, y que es incapaz de librarse de esa pesadilla; y por el otro, un hombre que no está nada cuerdo, que piensa que el mundo le pertenece y que los seres que lo habitan son sólo juguetes para su uso. Toda esta descripción de caracteres suena muy linda y podría haber sido mejor explotada, si no se hubiera caído en viejas fórmulas.
Samuel L. Jackson nos regala una interpretación muy bien conseguida, como ese tipo de villanos a los que uno no quisiera nunca, encontrarse en una esquina. Sin embargo, no hay uno solo de sus movimientos criminales que no nos sea ya visto. Incluso llega a pronunciar una de esas frases que abundan en los psicópatas, que en este caso dice algo así como: “Dios ya hizo del mundo un lugar maligno y yo lo único que hago es limpiarlo de lo que estorba”. (Pongo con mis palabras el concepto transmitido por el actor en personaje).
También, como en otras mil películas, el supuesto mejor aliado del rehén acaba siendo su segunda complicación. Frank (Muse Watson) es un teniente de policía que se comporta de manera incoherente, y quien, muy terco, culpa a John de una masacre en una estación de servicio, sin molestarse en averiguar si no será él, en realidad, inocente. Algo similar es lo que ocurre entre Joanie y la policía Latisha Rogers (Tracie Thoms), y principalmente por culpa de un director/guionista desacertado. En su propósito por escribir parlamentos inteligentes y no explicativos, ha terminado creando un enfrentamiento innecesario entre ambas mujeres, al no permitir que Joanie aclare exactamente cómo es su matrimonio. Los problemas de comunicación llevan a que Rogers saque conclusiones tan desviadas de lo correcto que dan ganas de pegarle, y que, por ende, consiga que Joanie la insulte merecidamente. Con esto, los conflictos secundarios que vemos resultan muy forzados y sin razón de ser.
También hay un asunto entre John y una sexy ex novia o amante, Tammy (Peyton List), que nunca queda muy claro. Richie lleva este asunto hasta casa de John, exponiéndolo en la cena ante Joanie, momento en el que además se hacen algunas insinuaciones sobre el porqué, realmente, eligió a John para su odisea. Lo malo es que todo esto queda inconcluso, y en donde uno podía pensar que iba a ver alguna revelación o giro, no ocurre nada en absoluto. Únicamente, que veamos aumentar el nivel de tensión y ansiedad, en un matrimonio con problemas, cuando ninguna de las partes sabe ya qué creer sobre la otra.
Al final, la película se cierra sin ningún tipo de novedad, donde la resolución es visible y no, muy prometedor, desde muy temprano.

Mi puntaje: 6/10 


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lunes, 9 de abril de 2012

"Amor criminal"

Título: Double Indemnity (Pacto de Sangre)
Año: 1944
Género: Crimen, Film-Noir, Thriller
Director: Billy Wilder
Guión: Billy Wilder, Raymond Chandler (escrita por), James M. Cain (basada en su novela)
Duración: 107min
Reparto: Fred MacMurray, Barbara Stanwyck, Edward G. Robinson, Porter Hall, Jean Heather, Tom Powers
Produc.: Paramount Pictures
Presup.: $927.262 mil dólares

En Pacto de Sangre, Walter Neff (Fred MacMurray) es un vendedor de seguros que se cruza con Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck), cuando él iba por su casa a ver a su marido, quien es su cliente. Pronto ambos inician un romance, al tiempo que se unen para matar al Sr. Dietrichson, hacer que parezca un accidente (Tom Powers) y quedarse con el dinero de la póliza.
De vez en cuando me gusta recurrir al viejo cine. Me parece que, si bien el nuevo Hollywood tiene mucho que ofrecernos, el período clásico también tuvo lo suyo y aún lo tiene. Hay historias que, sencillamente, no sufren el paso de los años y Pacto de Sangre de Billy Wilder es una de ellas.
            Wilder dirige aquí una trama que empieza por el final y que es luego contada a modo de un gigantesco flashback. Pero antes de saltar hacia el principio, el propio responsable, sentado tras un escritorio, ya nos está revelando (confesándoselo a una grabadora) cómo ha acabado el asunto. Se trata de un escenario del que aún no sabemos nada, salvo que este hombre es un asesino. Conforme la película vaya avanzando, la imagen de Walter y su grabadora será incluida, de tanto en tanto, en vueltas muy breves al presente, pero que en seguida retoman el pasado.
            Curiosamente, la primera película clásica que recuerdo haber visto pertenecía a la filmografía de este mismo director, en esa ocasión El Crepúsculo de los Dioses, algo posterior (1950). En ella también se partía de un crimen, y también, uno de los involucrados en este era el encargado de contarnos lo acontecido. Salvo que, esa vez, el vínculo entre narrador y transgresión era un tanto diferente.
            Tanto en una como en la otra, Wilder ha sabido demostrar buen dominio del arte narrativo, logrando algo que en principio podría sonar muy obvio, pero que en realidad no lo es para nada. No cualquier posee la capacidad de describir con inteligencia, los hechos que conducen a un asesinato, con el espectador ya, a medias, al tanto del final, y que, pese a eso, uno quiera seguir mirando.
            Pacto de Sangre parte del plan que Phyllis y Walter construyen y, luego, ponen en práctica, con la ilusión (¿ingenua, tal vez?) de haber cometido el crimen perfecto. Y es que un acto de estas características implica muchísimos factores, pero sobre todo tener bien claro el cómo se quiere asesinar, en qué lugar y en qué circunstancias, para salir completamente limpios. Walter es mostrado como un tipo meticuloso y quien tiene todas las de ganar, teniendo como aliada a una mujer que lo ama, lo escucha y lo obedece sin dubitar y con confianza. Este parecería ser un verdadero lujo de oportunidad, con la excepción de que Walter es un vendedor con facilidad de palabras, no un criminal con experiencia. Bastaría entonces, con un único error de cálculos, para que todo lo planeado se viniera a pique.
            En esta incursión de Wilder dentro del género crimen/film-noir, el director trabaja con el hecho de que, aun desde fuera de la película, el espectador es, al final de cuentas, el único testigo absoluto. Además, junto a los propios responsables, uno está también presenciando todo el proceso de investigación, atendiendo a cómo los ejecutivos de la aseguradora Pacific All Risk se esfuerzan por descubrir lo que nosotros ya sabemos.

Mi puntaje: 6/10


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sábado, 7 de abril de 2012

"Así empezó el cine"

Título: The Artist (El Artista)
Año: 2011
Género: Comedia, Romance, Drama
Director: Michel Hazanavicius
Guión: Michel Hazanavicius
Duración: 100min
Reparto: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, John Goodman, James Cromwell
Produc.: La Petite Reine, La Classe Américaine, JD Prod, France 3 Cinéma, Juror Productions, uFilm, Canal+, CinéCinéma, France Télévision, Le Tax Shelter du Gouvernement Féderal de Belgique
Presup.: $15 millones aprox. 

En El Artista se nos ubica en el Hollywood de 1927, donde George Valentin (Jean Dujardin) es un aclamado actor del cine mudo que conoce a Peppy Miller (Bérénice Bejo), joven, hasta entonces desconocida, y con quien compartirá protagonismo en la pantalla. No obstante, cuando todo aparente ir bien encaminado será que de pronto surja el cine sonoro, el cual amenace y luego lleve a Valentin al fracaso, para, por otra parte, catapultar a su compañera al estrellato dentro del nuevo esquema de la industria. 
Si me preguntaran a mí, diría que la razón por la cual esta película obtuvo tan extraordinario recibimiento y tal aclamación por parte de la crítica, ha sido la muy buena comercialización de la que dispuso. Las hay, y de eso no tengo dudas, películas que son aplaudidas por el mundo entero y que cuando uno finalmente las ve, acaba dándose cuenta de que, o su director tuvo un momento de divina inspiración, o que se trataba, ni más ni menos, que de un genio. Ahora… ¿Ha sido este el caso de Michel Hazanavicius? Yo creo que no. En cambio, ¿ha sido este el caso de una cinta muy bien distribuida? Yo creo que sí. 
Lo que ocurre con El Artista es que, sin siquiera quererlo, terminaría creándose muchos detractores, por ser casi completamente insonora (con la salvedad de su banda sonora y de su muy breve diálogo), además de ser en blanco y negro, en una sociedad acostumbrada a un cine en el que la ausencia, ya fuera de uno como del otro, a nadie se le pasaba por la cabeza.            
En lo personal, creo que la trampa en la que tantos han caído, ha sido el dejarse maravillar por algo distinto de lo cotidiano. Cuando estamos habituados a ver algo de una cierta manera, y de pronto un día se nos muestra una versión de ese algo, que se sale de la norma, lo que puede ocurrir es, básicamente, que nos sintamos atraídos y a gusto con este nuevo punto de vista, o que, por el contrario, le huyamos. Siendo más preciso, en una era en la que estamos acostumbrados al cine sonoro y al color, una película que se ha permitido romper con este código, ha sido para muchos el equivalente a una "revelación". A lo que me refiero es a que, para muchos, una vez que se metieron en el argumento y que se adaptaron a su lenguaje, probablemente hayan caído en la idea, un tanto romántica, de dejarse llevar, más por la belleza de su arte y del vestuario, y más por las sonrisas, la simpatía de sus personajes y la banda sonora, que por el propio argumento.
Por si esto dejase alguna duda, basta con que se recuerde a otra de las candidatas al Óscar. El Árbol de la vida (2011) de Terrence Malick, también realizada de una manera muy distinta a la habitual, sería luego elogiada por muchos y repudiada por otros. Los del segundo grupo, por no adaptarse esta, al modelo cinematográfico más y conservador y convencional.
Siguiendo con el análisis, resulta singular que estemos ante un filme cuyo lenguaje es exactamente el mismo que el de las producciones hollywoodenses del período histórico que se aborda. 
El Artista abre con un enorme teatro colmado de gente que disfruta de los últimos minutos de una película del legendario George Valentin, una suerte de Clark Gable del momento. A todo eso, el propio Valentin aguarda a un costado del escenario, junto a su mascota Uggie (también estrella de cine) y el productor de la película, Al Zimmer (John Goodman), entre otros. Cuando la función termina y su personaje acaba victorioso, mascota y celebridad salen a montar su propio espectáculo. Valentin saluda a su público, el canino hace sus piruetas y el simpático dúo es aplaudido. 
Más tarde, Valentin posa sonriente para su fans y los reporteros, cuando conoce a Peppy Miller, quien dentro de poco obtendrá su pasaje a los grandes estudios, tras ser elegido por casting. A partir de acá, veremos desenvolverse la amistad y el romance que surja entre ellos, hasta que la crisis del cine mudo, rápidamente pisoteado por el sonoro, los distancie. Valentin quedará en el olvido y, en cambio Miller, se consolidará con el nuevo sistema. 
El Artista, por lo tanto, pasa a ser un drama que combina la ficticia problemática entre sus dos personajes principales, con la realidad histórica que viviera la industria cinematográfica de aquel entonces. Lo que ocurre, de esta manera, es que, si bien los hay momentos bastante bien logrados y muy bien musicalizados, se hace igualmente difícil soportar el vacío dejado por la falta del sonido de la palabra hablada, ya que debemos conformarnos con los intertítulos y con el lenguaje, pura y exclusivamente, gestual. Por esto es que, una película que pretendía homenajear al cine temprano, termina fallando, al aburrir a muchos, por tratarse de un lenguaje de otros tiempos, aplicado a un argumento que, tal vez, mereciera mayor fuerza narrativa.

Mi puntaje: 6/10 


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viernes, 30 de marzo de 2012

"Estresante, pero magistral"

Título: Jodaeiye Nader az Simin (La Separación)
Año: 2011
Género: Drama, Misterio
Director: Asghar Farhadi
Guión: Asghar Farhadi
Duración: 123min
Reparto: Peyman Moadi, Leila Hatami, Sareh Bayat, Shahab Hosseini, Sarina Farhadi, Merila Zare'i, Ali-Asghar Shahbazi, Babak Karimi
Produc.: Asghar Farhadi
Presup.: $800 mil dólares aprox 

En Nader y Simin, una separación, luego de varios años de matrimonio Simin (Leila Hatami) desea irse de Irán con su esposo e hija, para empezar un nuevo estilo de vida. Por otro lado, Nader (Peyman Moadi) se niega a abandonar el país, en donde además, convive con su padre, un hombre mayor que sufre de Alzheimer y quien necesita de un cuidado intensivo. Por más que concurren juntos a un juzgado, buscando el divorcio, este no se les concede, razón por la cuál Simin decide marcharse a vivir con sus padres. Complicado con su trabajo, Nader se ve obligado a contratar a una empleada que cuide del anciano, mientras él no está en la casa. Es entonces que, una tarde, cuando Nader regresa de su jornada, se encuentra con que el anciano ha sido atado a la cama y que no hay rastros de la empleada. Cuando la mujer regrese, será que las cosas empeoren.
            Asghar Farhadi ha logrado con esta película dejar en claro que es un genio, al construir un drama cuyo excelente guionado, sumado a unas muy convincentes interpretaciones, y a un difícil, pero bien conseguido trabajo de cámara en mano, consiguieran que uno se meta, completamente, en el dilema y el estrés de dos parejas.
            La historia que Farhadi creó para Nader y Simin constituye una pesadilla continua, que ya vemos desde la escena inicial, y que no acaba, hasta que no finaliza la última. Lo primero que se nos muestra es un plano medio frontal de ambos, en donde Nader y Simin, ubicados en sendas sillas, discuten y argumentan con un juez acerca de la posibilidad de divorciarse, planteando la situación que los enfrenta y las discrepancias que los tienen molestos al uno con el otro. Por un lado tenemos a Simin, quien desea marcharse ya mismo del país, y por el otro lado, a su marido, quien no quiere irse a ninguna parte, y menos, con su padre enfermo. Cuando la reunión con el juez acabe, seguirán todavía en la misma.
            Simin se marcha, temporalmente, con sus padres, en tanto no se solucionen las cosas, obligando a Nader a contratar a una señora para que cuide del suyo y así es que conoce a Razieh (Sareh Bayat). Arreglado este asunto, todo parecería ir bien, salvo que, ante un descuido en sus quehaceres el anciano desaparece, siendo Razieh lo suficientemente afortunada como para encontrárselo a un par de cuadras del departamento, en donde este buscaba el periódico en un quiosco.
            Razieh informa luego a Nader, de que algunas cuestiones personales le impedirán concurrir a trabajar, pero que él puede contar con su esposo, y así es como Nader y Hodjat (Shahab Hosseini) se conocen. Más luego, Razieh es quien finalmente termina volviendo a cumplir con su trabajo.
            Poco más tarde, un día Nader llega a su casa, para ver que su padre ha sido atado, de manos a la cama y yace en el suelo, y que a su vez la mujer no está presente. Afortunadamente, el hecho solo le supone un susto, tanto a él, como a su hija, que se pone a llorar. De inmediato, apenas Nader ve nuevamente a su empleada (de quien ahora tiene razones para desconfiar) y dadas las circunstancias, se superpone, además, una cuestión de un dinero faltante, llevándolo a agredir verbalmente a Razieh y, lamentablemente, pasando también a mayores. Ante la insistencia de Razieh por negar el acto delictivo, Nader se ve llevado al extremo de empujarla por la puerta principal, consiguiendo que ella se golpeé en las escaleras, de mal manera.
            Con esto, Farhadi nos ha abierto las puertas hacia un conflicto que, si bien ya se había puesto intenso, podríamos igualmente afirmar que, recién estaba en pañales.
            De vuelta en su apartamento, Simin comenta a Nader que Razieh lo ha acusado de golpearla y que ahora yace internada en un hospital. Ambos se dirigen a visitarla, encontrándose, en cambio, con un marido molesto, quien afirma que su mujer estaba embarazada, y quien, junto a Nader, en seguida se batirán en una disputa a puño limpio. Así, el director nos ha mostrado el “no va más” de la situación, momento en el que se hace imprescindible que intervenga la justicia.
            De aquí en más, todo el desarrollo argumental irá transcurriendo en base a una estresante trifulca, en donde uno como espectador no tiene, al principio, mucha idea de quién es quien tiene razón, quién ha de ser condenado con cárcel o multa, ni porqué, y en donde todo es muy confuso. Se trata de dos familias de situaciones económicas bastante desfavorables. En el caso de Razieh y Hodjat, que son los que están en peores condiciones, y si Hodjat fuera encarcelado no tendría chances de salir a ganarse el pan de cada día.
Farhadi concede a sus personajes ciertos momentos de descanso, que dan cabida, tanto a su reflexión como a la nuestra, pero sólo para volver luego, otra vez a la pelea, los gritos, los insultos y la angustia. Farhadi se maneja hábilmente, a la hora de llevar al límite la capacidad de lucha de sus personajes, por ser los dueños de la verdad, y frente a un juez (Babak Karimi), quien, sin importar, sus respectivas situaciones financieras, no tiene otra que ser completamente imparcial al respecto. Este trata, por ejemplo, de valerse del testimonio honesto y objetivo de la hija de Naber y Simin, a modo de prueba para el caso.
Llegados a un punto, ya ni siquiera queda claro cómo han ocurrido realmente las cosas, con versiones que parecerían ir variando, minuto a minuto. Para colmo, también ocurre que Razieh les revela que la vez en que el anciano se le escapara, al salir a buscarlo había sido atropellada por un vehículo. Entonces esto aumenta las interrogantes. ¿Acaso perdió el embarazo por ser atropellada, o fue por culpa de Nader? ¿Fue tan violenta y salvaje, la agresión cometida por Nader, o es que Razieh miente? ¿Sabía o no, Nader, del embarazo? Por si todo esto fuera poco, estamos al tanto, también, de que Razieh, por ser una mujer religiosa, no podría darse el lujo de mentir ante la justicia para salir impune, o de lo contrario acabaría temiendo a ser castigada por el Dios en el que cree fervientemente. Pero, conjuntamente, es posible que necesitase mentir para salvarse a ella y a su marido, de mayores desgracias familiares.
Con este largometraje, Farhadi nos recuerda que los argumentos más atractivos pueden estar, perfectamente, a la vuelta de la esquina, y que no hace falta que vayamos más lejos que eso. Además de tratarse, por otro lado, de asuntos muy duros y complejos que podrían presentársele a cualquiera, y que por eso resulta, relativamente sencillo, sentirse identificado con sus personajes. Asimismo, si bien la película se desarrolla en un país del continente asiático, podría perfectamente, haber sido situada en Montevideo, si uno así lo quisiese.

Mi puntaje: 10/10


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miércoles, 21 de marzo de 2012

"De las manos de Hergé, a las cámaras de Spielberg"

Título: The Adventures of Tintin (Las Aventuras de Tintín)
Año: 2011
Género: Animación, Acción, Aventura
Director: Steven Spielberg
Guión: Steven Moffat, Edgar Wright, Joe Cornish (escrita por), Hergé (serie de cómics "Las Aventuras de Tintín")
Duración: 107min
Reparto: Jamie Bell, Andy Serkins, Daniel Craig, Nick Frost, Simon Pegg
Produc.: Columbia Pictures, Paramount Pictures, Amblin Entertainment, WingNut Films, The Kennedy/Marshall Company, Hemisphere Media Capital, Nickelodeon Movies
Presup: $130 millones aprox

En Las Aventuras de TinTín: El Secreto del Unicornio, tras hacerse retratar en una feria artesanal, Tintín se topa con un vendedor que le ofrece la maqueta de un barco. El joven periodista se queda con la compra, a un precio que, más tarde, habrá pasado a sonar excesivamente barato, cuando descubra las increíbles aventuras que dicho navío le depara y de la fortuna a la que podría llegar a acceder, al final del camino. No obstante, claro está que nada de esto será de trámite fácil, cuando deba enfrentarse al temible Ivan Ivanovitch Sakharine, quien planea sabotear sus planes. Será así que Tintín deba valerse de la ayuda de su perro Milú, de su nuevo amigo, el capitán Haddock y de los policías, Hernández y Fernández, dos torpes, pero siempre bienintencionados servidores de la ley, para salir victorioso.
Con Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio, el célebre director norteamericano Steven Spielberg se ha puesto, finalmente, manos a la obra, cumpliendo con su sueño de llevar a la gran pantalla al más reconocido personaje de historieta de la obra de Hergé, creado en 1929.
Largo rato tuvo que pasar antes de que este director se pusiera a trabajar en la película, si tenemos en cuenta que él ya poseía los derechos en 1983. Resulta, asimismo interesante saber, cómo fue que dibujante y director supieron, cada uno de ellos, acerca del otro. Por un lado, El Diablo sobre Ruedas (1971) fue la primera película que Hergé afirmara haber conocido de la filmografía spielberiana y, según sus propias palabras, la misma le habría gustado tanto, que desde ese momento procuraría no perderse ninguna otra.
Por el otro lado, Steven Spielberg conocería al dibujante, luego de que en 1981 estrenara Indiana Jones y el Arca Perdida. En una ocasión en que se encontraba viendo una crítica francesa, el director notó que en dicho texto se hacía constante referencia a un tal Tintín, por lo cuál decidió recurrir a alguien que le tradujera. De inmediato pudo enterarse de que, según la crítica, su película representaba un claro homenaje a Hergé. Sin embargo, lo curioso del hecho era que Spielberg nunca había oído de tal individuo, hasta ese entonces. Sería así que Steven decidiría informarse más al respecto y leer dicho cómic, algo que desembocaría en su inmediato fanatismo y su posterior adquisición de los derechos para adaptarlo. Algo que incluso serviría de aún mayor inspiración para este hombre, sería enterarse de que el propio Hergé lo considerara a él como el realizador ideal para hacer de su personaje una película. Según las propias declaraciones del autor: “Si alguien puede llevar satisfactoriamente a Tintín a la pantalla, es este joven director americano”. Esto había sido escrito por el caricaturista, poco antes de morir, en 1983, cuando las negociaciones entre este y Spielberg, acababan de iniciarse.
De esta manera, y aunque tras un, algo tardío comienzo, Spielberg finalmente dirigiría el rodaje de la película en marzo del 2009, en un total de 32 días, para cederle luego el material grabado a los expertos en efectos especiales, encargados de darle color a un trabajo hasta entonces, de sólo Captura de Movimiento. Cabe mencionar que en un principio Spielberg había querido adaptar a Tintín en una película de acción real, a lo que Peter Jackson tendría que disuadirlo de que una película con actores de carne y hueso no haría justicia al cómic. La idea de Jackson era que todos los personajes fueran diseñados en base a esta captura, con la excepción de Milú, a quien veía mejor, enteramente digital. Es así, que Las Aventuras de Tintín pasaría a ser el primer filme animado, dirigido por Steven Spielberg.
Pasando ahora a mis propias observaciones, creo que es importante saber distinguir entre “animación” y “argumento”. Tras verla, más de una vez cometí el error de expresar en voz alta: “Es Indiana Jones, pero en dibujos”. Esta afirmación, al final de cuentas, podría terminar pareciendo negativa, para todo aquel que se considerase fanático del cómic, además de errónea, si consideramos que Tintín surgió mucho antes que el arqueólogo y, en cuyo caso, lo correcto habría sido decir: “Es Tintín, pero con actores”. Pese a esto, he de aclarar que nunca fue mi intención rebajar esta adaptación cinematográfica de nuestro querido personaje, como tampoco menospreciar la tetralogía del doctor Jones. La que, en cambio, sí ha sido siempre, mi intención, era dar a entender que esta aventura, llevada al cine, guarda un muy notable parecido a las vividas por el personaje de carne y hueso, interpretado por Harrison Ford. De esta manera, cualquiera que la viera, ya fuera que se tratase o no, de un fan del cómic, creo yo, debería contemplarla con la suficiente lucidez, como para notar la indudable similitud entre ambos protagonistas. Y es que uno debería aceptar que ambos, cada cual dentro de su universo (uno, un periodista y el otro, un arqueólogo y profesor de historia), viven sus aventuras bajo el mismo modelo de circunstancias, como el estar siempre buscando tesoros, al borde de la muerte, el ser constantemente perseguidos y el estar siempre esquivando balas, por decir algunos ejemplos.
Fuera de esto, Las Aventuras de Tintín: El Secreto del Unicornio acaba por ser una película entretenida, para pasar el rato, pero que, en términos de animación, tanto a nivel de los escenarios, como de los personajes, recuerda mucho a lo hecho en películas como Avatar (2009) o Alicia en el País de las Maravillas (2010). Estas dos, sinónimos de sobresaliente calidad visual, y en donde las imágenes tridimensionales estaban dotadas de tal realismo, que incluso se hacía difícil creer que no hubieran sido hechas de filmaciones reales, sino, imágenes generadas.
Finalmente, pongo a colación lo que me significó a mi, ver esta película. Y no dudo que me pueda estar expresando como alguien que nunca ha tocado ni un solo cómic de Hergé y que carezca de un real entendimiento de la verdadera esencia de su personaje, cuando digo que, mientras la veía, hubo un momento en el que llegué a pensar: “Esto yo ya lo vi antes”. Lo que pasa, es que si uno se tomara el trabajo de quitarle a Tintín todo su misticismo, sería posible pensar que lo que uno está viendo es algo así como una quinta entrega de la franquicia de Indiana Jones, salvo que adaptada en su totalidad, al formato animado. Entonces, si obviamos por un instante todo lo que significa el maravilloso arte de la animación (y en este caso, en 3D), todo podría, perfectamente, reducirse a: joven aventurero que enfrenta los peores peligros, en busca del más oculto de los secretos y de la mayor de las recompensas. Visto desde esta perspectiva, Las Aventuras de Tintín acaba siendo mucho más sobre acción y adrenalina, que sobre un buen argumento, lo que no es, en realidad, algo malo. Esto simplemente significa, que no hay una intención de su creador (en este caso, del director) por explorar en el rubro de las relaciones humanas, porque no es eso a lo que se apunta.
En definitiva, y dicho lo dicho, Las Aventuras de Tintín: el Secreto del Universo, ya sea que uno la viera en 2D o en 3D, supone el entretenimiento asegurado, y no serán pocos los que le concedan a Hergé la razón sobre Spielberg.

Mi puntaje: 7/10


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martes, 13 de marzo de 2012

"Cuatro personas, cuatro paredes y mucho diálogo"

Título: Carnage (Un Dios Salvaje)
Año: 2011
Género: Comedia, Drama
Director: Roman Polanski
Guión: Yasmina Reza (basado en la obra de: Le Dieu du carnage"), Yasmina Reza, Roman Polanski (escrita por)
Duración: 80min
Reparto: Jodie Foster, Kate Winslet, Christoph Waltz, John C. Reilly
Produc.: SBS Productions, Constantin Film Produktion, SPI Film Studio, Versátil Cinema, Zanagar Films, France 2 Cinéma, Canal+, CinéCinéma, France Télévisions, Polski Instytut Sztuki, Filmowej, Wild Bunch
Presup.: $25 millones aprox.

Un día en una plaza, por una disputa entre niños, Zachary Cowan (Elvis Polansky) golpea a Ethan Longstreet (Eliot Berger) en el rostro, con un palo, desprendiéndole dos dientes. Tras el incidente, los padres de Zachary deciden visitar a los padres de Ethan para hacer las pases como adultos civilizados. Salvo que a ninguno de ellos le será sencillo mantener esa actitud tan educada.
Un Dios Salvaje es el título de esta película, en la que dos niños de once años no son más que una excusa para que veamos a sus padres enfrentarse. La escena del golpe nos es servida a modo de primer plato, luego de los créditos iniciales, pero nos es mostrada desde la distancia, a través de una cámara estática y en un encuadre apenas picado y abierto, desde el cuál vemos la acción que nos importa, a grandes rasgos.
En la escena siguiente ya pasamos a conocer a los dos matrimonios (Michael y Penelope Longstreet, y Alan y Nancy Cowan) que ocuparán la pantalla durante el resto del filme, estos, interpretados por John C. Rilley, Jodie Foster y por Christoph Waltz y  Kate Winslet, respectivamente. Concretamente hablando, han sido Alan y Nancy quienes decidieran pasarse por la casa de los Longstreet para demostrarles cuán civilizados son ellos, en respuesta al incidente que ha protagonizado su hijo.            
La verdad es que yo nunca he sido un gran seguidor de Polanski y, de hecho, esta es apenas, la segunda película que veo de este realizador, algo que me deja con muy pocas herramientas al momento de opinar sobre su obra. No obstante, sí me voy a tomar el atrevimiento de afirmar que, si acaso este señor es efectivamente el genio que tanto dicen (y seguramente, lo sea), lamento tener que señalar que, sinceramente, no he podido encontrar ni rastro de ese talento, en el abordaje que le dio a esta película. Considero que Polanski ha cometido un grave desacierto en su visión de esta cinta.            
La cosa es así: En toda película se nos ubica en términos de tiempo y espacio, se nos presenta a los personajes correspondientes y se nos explica cuál es el conflicto. Demás está decir que sin conflicto no hay relato. Sin embargo, tratándose de este caso, uno notará que ni siquiera es el conflicto lo que le interesa a este director, y que en cambio se nota que lo que lo ha terminado fascinando, ha sido la idea de tener a cuatro personajes metidos en una misma habitación durante el correr de 80 minutos. Este ha sido el reto que Polanski se propuso resolver, lo que acabó obligándolo a encontrar alguna manera de que atar a cuatro actores a trabajar entre cuatro paredes resultara atractivo, con un asunto previo a solucionar, diseñado tan sólo a modo de excusa y, cuya resolución, ya fuera para bien como para mal, en realidad nunca fuera de importancia.
Entonces, aquí la cuestión. Una vez que uno ha visto unos 15 o 20 minutos de película y que ha empezado a notar que algo raro está ocurriendo a nivel espacial (porque parecería que la pareja visitante ha sigo magnetizada hacia ese departamento), podría empezar a preocuparse de que el encerramiento de los personajes fuera más importante que la propia trama.
Voy a detenerme acá un segundo, para hacer un breve paréntesis, porque también quiero ser justo con Polanski. No estaría bien decir que, en su labor ha hecho “todo mal”, porque no es así. Con Un Dios Salvaje ha sabido mostrar una excelente capacidad para mostrarnos ciertos aspectos, sumamente interesantes de la conducta humana, por intermedio de diálogos y puntos de vista, que están bastante bien llevados, y en donde nos brinda la posibilidad de que nos enteremos de aquello que los seres humanos ocultan de los demás, aquello que se ve restringido por las barreras sociales de nuestra psicología. Esto que parece tan complicado, lo explico en otras palabras: Polanski muestra de manera muy precisa cómo es la gente en realidad, cuando dice lo que piensa. Y cierro el paréntesis.
Volviendo a mi planteo anterior, y para aquellos que hayan tenido la oportunidad de ver El hombre de la Tierra (2007), recordarán que esta se desarrollaba, también, casi completamente en una misma habitación, dentro de la cual un grupo de profesores se dedicaba a discutir, si acaso uno de ellos sería, efectivamente, un ser humano inmortal, nacido en tiempo del hombre de las cavernas. En esta película se hacía referencia a varios momentos de la historia de la humanidad, pero siempre para centrarse, puntualmente, en que uno de ellos afirmaba ser bastante más viejo que sus compañeros. Es decir, que la cuestión a resolver por los otros docentes era lo que comúnmente denominamos “conflicto”. En este caso: varios profesores escépticos, negándose a creer que estaban en presencia de un ser milenario, el Sr. John Oldman. Y así, también nosotros, espectadores, querríamos seguir la película hasta el último minuto, para enterarnos de la verdad sobre este sujeto, demente o mentiroso.
Otro ejemplo, también muy claro es 12 hombres sin piedad (1957) de Sidney Lumet. Quienes la hayan visto recordarán que se desarrollaba en un 99.9% dentro de la sala de deliberación de un jurado, en donde 12 individuos debían definir el destino de un muchacho, dictaminando entre todos, si el chico sería declarado o no, culpable. En esta película el conflicto era perfectamente claro desde el primer minuto, y seguramente nadie se haya preguntado si iban o no a salir de esa habitación, porque uno estaba demasiado compenetrado con el desarrollo mismo de la situación, de cómo la opinión de cada uno de los presentes iba cambiando o mostrando evidencia de duda, segundo a segundo. Entonces queda claro que las paredes que rodeaban a este grupo, poco importaban, más que para saber en donde se estaba llevando a cabo la escena.
Luego, si uno salta de 12 hombres sin piedad hacia Un Dios Salvaje, acaba entendiendo que, poco importa, realmente, si los padres del niño agresor van a hacer que su hijo se disculpe, o cómo va a ser que la situación se solucione. Lo que lleva a que al poco rato, la charla referente a los niños se torne terriblemente aburrida, porque bien sabemos que no vamos a ver a sus hijos haciendo las pases, que nos vamos a presenciar ninguna escena de diálogo serio entre padres e hijos, en donde reflexionen. Por el contrario, básicamente lo que vamos a ver será, a dos parejas intentando, por todos los medios, mantener la calma y mostrarse respetuosos, pero a su vez, sintiéndose ofendidos, insultados o atacados, y respondiendo a estas embestidas verbales, cada vez, de peor modo. Empero, no importa cuánto esto pueda prolongarse, cuán profundo puedan llegar a discutir, o cuánto, más o menos, pueda cada uno mantener la serenidad, porque nunca van a llegar realmente a una “resolución", ya que eso es algo secundario. Polanski ha aprovechado esta película para experimentar él mismo, con ciertos aspectos del comportamiento humano, de manera que cuando salgamos de la sala, aún no sabremos a qué se llegó con respecto a la agresión en el parque. En cambio, este director sí ha sabido mostrarnos cómo él estaba perfectamente capacitado para llevar a cuatro personas al límite y lograr que una se emborrachase, que otra vomitase, o que un tercero levantara la voz y le gritara e insultara otro. Pero en cuanto a tener un argumento, correctamente planteado… De eso, nada. Cuando salgamos de la sala, ¿qué vamos a decir que vimos? Una película sobre cuatro personas, peleándose en un living. No más que eso. Cuatro personas hablando del comportamiento de sus hijos, ya sea para defenderlos o reconocer sus errores. Pero, para en seguida salir con otros temas, hablar sobre los problemas en África, criticarse unos a otros sus formas de encarar la vida y terminar estresados. Ellos estresados y nosotros, aburridos.

Mi puntaje: 3/10


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lunes, 5 de marzo de 2012

"La historia de Winter, contada por ella misma"

Título: Dolphin Tale (Winter, el Delfín)
Año: 2011
Género: Drama, Familia
Director: Charles Martin Smith
Guión: Karen Janszen, Noam Dromi
Duración: 113min 
Reparto: Nathan Gamble, Cozi Zuehlsdorff, Harry Connick Jr., Morgan Freeman, Ashley Judd, Austin Stowell, Kris Kristofferson
Produc.: Alcon Entertainment, Arc Productions
Presup.: $37 millones aprox.

En Winter, el Delfín, Sawyer (Nathan Gamble) es un niño, quien tras encontrarse con un delfín nariz de botella varado en una playa, se comunica con un equipo de rescatistas. El equipo llega al lugar para trasladarlo hasta un acuario, en donde el animal deberá perder su cola para sobrevivir. Pronto, Sawyer se sentirá cada vez más compenetrado con el delfín y estará, así, asistiendo al Dr. Clay Haskett (Harry Connick Jr.), junto a su hija Hazel (Cozi Zuehlsdorff), en su cuidado. En cuestión de muy poco tiempo, Saywer y la, ahora bautizada Winter, habrán creado un vínculo muy fuerte.
Winter, el Delfín podría definirse como una de esas lindas peliculitas, que son para el disfrute de toda la familia. En este caso, mientras que uno se pone al corriente de las circunstancias que en su momento rodearan a Winter, luego de que el cetáceo fuera rescatado en diciembre del 2005 frente a las costas de la Florida.
La película se vale de ciertos personajes, que aunque nunca existieran en la vida real, ayudaron para generar el dramatismo que vemos en escena.
El primero a quien conocemos es a Sawyer, un niño desanimado y quien en el plano emocional, últimamente no ha estado pudiendo desenvolverse de la mejor de las maneras, ya sea con su madre, como a nivel de sus estudios. De modo que estamos ante un niño preocupante y que está necesitando de algo que lo entusiasme. Este “algo” llegará, precisamente, cuando una mañana, un pescador (Richard Libertini) ve a Sawyer desde la playa (en donde se encuentran, hombre y delfín) y le pregunte si por casualidad no tiene un celular para pedir ayuda. Sawyer, que sí tiene uno, baja de inmediato en su auxilio y al poco libera al delfín de una trampa para cangrejos. No mucho más tarde, los rescatistas llegan al lugar y se lo llevan a sus instalaciones. A continuación, y cuando ya la acción ha pasado de una primera locación secundaria, al lugar más relevante del argumento, todos los ingredientes habrán empezado a combinarse para que disfrutemos de una historia que, más que nada, pretende llegarle al público más chico.
Así es que Sawyer siente curiosidad por saber qué habrá sido del delfín, lo que lo lleva a adentrarse a una parte del acuario que está restringida al público. Aquí es cuando conocemos a Rufus, un pelícano que vive en el acuario y que es el encargado de ponerle cierta dosis de humor a la narrativa.
En seguida, Sawyer conoce a Hazel, niña con la que compartirá muchos momentos y quien será su mejor amiga (con excepción de Winter, por supuesto), durante toda la cinta. Como era de esperarse, Sawyer logra agradarle al padre de Hazel, quien le permite colaborar con Winter. De esta manera, el lazo entre Sawyer y el personal y vida marina del acuario, se vuelve muy estrecho, salvo que Sawyer procura mantenerlo a escondidas de su madre, quien al final acaba sabiendo y cediendo.
En Winter, el Delfín su director se preocupa, además, de no servirnos toda la información de una tirada, mostrándonos algunos aspectos muy generales sobre la ida y vuelta de Kyle (Austin Stowell), de la guerra. Kyle, primo de Sawyer, y figura a quien el chico admira, ha de ir a pelear, muy a pesar de la angustia que esto produce a Sawyer, para volver después malherido a ocupar una silla de ruedas.
El resto del filme se desarrolla con un Winter a quien le han amputado la cola, por su propia salud. Es ahora cuando Sawyer se vale de la colaboración del Dr. Cameron McCarthy (Morgan Freeman) -a quien conoce por su primo lisiado-, un experto en la elaboración de miembros ortopédicos. Sawyer le presenta el caso de su amigo, a lo que el hombre dice que verá qué es lo que puede hacer, aunque no hace promesas. Obviamente, Cameron será capaz de dar mucho más de lo que él mismo había pensado. Nosotros, por otra parte, iremos descubriendo como va resultando la relación entre el niño y el delfín, al tiempo que Cameron se dedica a conseguirle la nueva cola a Winter, y hasta llegar al momento de la verdad, en donde nos enteramos de si valió o no la pena, la espera.
Asimismo, Winter, el Delfín trata temas tan importantes como lo son el significado de la amistad, o del esfuerzo personal por lograr lo que uno quiere, y que nunca está demás traducirlo al lenguaje cinematográfico.

Mi puntaje: 6/10 



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