miércoles, 20 de agosto de 2014

"Ellos sufrieron la muerte. Nosotros, sus escenas románticas"

Título: The fault in our stars (Bajo la misma estrella) 
Año: 2014 
Género: Drama, Romántica 
Director: Josh Boone 
Guión: Scott Neustadter y Michael H. Weber (guión); John Green (libro) 
Duración: 126min 
Reparto: Shailene Woodley, Ansel Elgort, Nat Wolff, Laura Dern, Sam Trammell, Willem Dafoe 
Produc.: Temple Hill Entertainment 
Presup.: $12 millones apróx.

Con sólo 13 años, a Hazel (Shailene Woodley) le es detectado cáncer de pulmón, y estando al borde de la muerte, un tratamiento experimental es lo que la salva. Años más tarde, sus padres la hacen asistir a un grupo de apoyo que no la ilusiona, hasta que allí conoce a un chico llamado Augustus (Ansel Elgort). “Gus”, a quien un osteosarcoma le arrebatara una pierna, no asiste por su propio bienestar, sino para acompañar a un amigo.
Basada en la novela de John Green, Bajo la misma estrella es un drama romántico adolescente, un poco largo, en donde dos chicos tocados por variantes de una misma enfermedad, se encuentran y se enamoran, con todo lo que eso conlleva, dadas las circunstancias. 
Padecer, con 16, cualquier cosa que no fuera un resfriado o una varicela, creo que sería una injusticia, con tanto camino por andar. No habría nada que reprochar a Hazel si su cara más habitual fuese la de amargura, si dependiese de fármacos y de un respirador, y tuviese que hacerse recurrentes chequeos, además de nunca saber cuándo daría su último respiro. Por todo esto es que, al chocar con Gus estaría dando el paso accidental más oportuno y bienvenido. 
Dos años mayor que Hazel, Gus es un chico optimista y de gran autoestima, de cuya historia con el cáncer no se habla tanto hasta más adelante, salvo el enterarnos de que usa una prótesis de pierna. Lo importante es que Gus no tiene problemas en invitarla a salir, haciendo caso omiso a que ella respire por tubos, e iniciando un vínculo con la chica que le gusta. 
Bajo la misma estrella aborda, por un lado, una de las sensaciones más hermosas conocidas por el hombre, como lo es estar enamorado, mientras que toca uno de los peores temores. El miedo a perder a esa persona por la que sientes tanto afecto. El gran problema en el que, sin embargo cae, es que la parte romántica, más allá del cliché, sea excesivamente larga. En tanto que el drama atrapante y lacrimógeno que estos dos tortolitos en desgracia están condenados a vivir, tarda en aparecer. 
Verla me hizo recordar Amor y otras drogas (2010), que aunque con otro tipo de desarrollo y con personajes ya adultos, tenía también a un muchacho (Jake Gyllenhaal) dispuesto a hacer su vida junto a una chica enferma (Anne Hathaway), en ese caso, de Parkinson, y cuando él mismo sabía lo que le implicaba, además de que, de afuera, lo alentaran a dejarla. En sí, hacer comparaciones, dado lo distinto de una y otra, no sonaría muy justo. Pero lo que sí tienen en común es un relato de amor que, si ya viste en la primera, tal vez sea un poco reiterativo verlo en esta. La propia Hazel es, en este drama adolescente, la encargada de decirle a Gus que, dada su condición, nada puede pasar entre ellos, que sobrepase la amistad. Algo que ya sabemos, igual ocurrirá. 
Bajo la misma estrella posee un contenido dramático muy interesante, con preguntas como ¿Cómo vivir, sabiendo que lo tuyo es terminal? ¿Cómo vivir el enamoramiento, cuándo quizás, el tiempo que tienen sea acotado? ¿Cómo se vive como padre la condición de una hija, cuándo sabés que se irá del mundo mucho antes que tú? O ¿Quién dijo que los enfermos terminales no tengan derecho a encontrar a alguien?
Lo malo es que, todo esto, en su mayor parte nos es reservado para lo último. En tanto que, antes se nos aburre con cada paso de una historia de amor que, durante todo el primer acto y algo más, carece de elementos que la eleven por encima de otras (aunque sin duda, pueda igual gustar al publico femenino). Tanto es así que, llegado el capítulo dramático (que ya había empezado, pero muy segmentado) uno podría decirse ¡Aleluya! Pero no, por querer que se venga lo peor, con un ansia morboso de ver sufrir a los personajes, sino porque, fuera del obvio hecho de que estos chicos se conocieran por tristes razones, el proceso de “verse”, “conocerse” y “enamorarse” es igual de cursi, bello y empalagoso como siempre se ha visto, e hizo que yo me dijera: ¿para cuándo, el verdadero conflicto? 
Sería, de todos modos, injusto de mi parte, no destacar las muy buenas interpretaciones en ambos papeles principales, que hacen que uno de veras sienta que, cuando lloran, lo hacen porque sufren de su fuerte y a la vez dura realidad. 
Eso sí. Si esta adaptación le fue acaso fiel a la novela, entonces me atrevo a decir que a lo escrito por John Green le tienen que haber sobrado un montón de páginas, bien sobre el principio.

Mi puntaje: 6/10


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lunes, 11 de agosto de 2014

"Los errores ocurren. Pero familia es la que te ama y te cría"

Título: Le fils de L'autre (El otro hijo)
Año: 2012
Género: Drama
Director: Lorraine Lévy
Guión: Noam Fitoussi (idea original), Lorraine Lévy y Nathalie Saugeon (guión)
Duración: 105min
Reparto: Emmanuelle Devos, Pascal Elbé, Jules Sitruk, Mehdi Dehbi, Areen Omari, Khalifa Natour, Mahmud Shalaby, Ezra Dagan
Produc.: Rapsodie Production, Cité Films, France 3 Cinéma, Madeleine Films, Solo Films, Orange Cinéma Séries, France Télévision, Useful Production, Hoche Artois Images
Presup.: $2.700.000 millones apróx.

A punto de cumplir los 18, Joseph Silberg (Jules Sitruk) se hace los exámenes de rutina, buscando ser admitido por las Fuerzas de Defensa Israelíes. Los resultados son recibidos por Orith (Emmanuelle Devos), su madre, quien se percata de que hay algo que no le cierra. El grupo sanguíneo de su hijo no parece coincidir ni con el suyo ni con el de su marido, por lo que decide averiguar qué es lo que pasa, de hecho, temiendo saberlo. 
El momento de la verdad se presenta cuando los Silberg, junto a otro matrimonio, los Al Bezaaz, son recibidos por el actual director del hospital, en donde Orith y Leila (Areen Omari) dieran a luz, y para que desafortunadamente les confirmen lo peor. En aquel lejano día, los recién nacidos Joseph y Yacine (Mehdi Dehbi) habían sido rápidamente trasladados a un refugio, ante un bombardeo, para que luego, con todo el alboroto, fueran entregados a madres equivocadas. 
Quitada la duda, (y con fotos de los chicos, habiendo sido intercambiadas en el medio), muy diplomáticamente se les ofrece una disculpa, pero dicho lo dicho, el daño ya está hecho. 
Si tuviéramos que definir circunstancias de la vida que estén dentro de lo completamente inesperado y difícil de soportar, creo que lo vivido por los Silberg y los Al Bezaaz calificaría. Si ya es de por sí difícil aprender a ser padre, o tener que decidirse, por ejemplo, a adoptar, que tras 18 años te enteres de que tu hijo biológico ha sido criado por otros y de que has estado criando al suyo, debe de ser un hallazgo terrible. 
El otro hijo nos habla de qué tan difícil puede llegar a ser asimilar esta situación, tanto desde el punto de vista de los padres, como de los hijos o de los hermanos. Si como padre viviste momentos de padre e hijo, lo hiciste con la persona que, en principio y biológicamente hablando, no te correspondía. Si lo tuviste en tu vientre, es muy triste saber que quien te dijera “mamá” por primera vez no era el mismo niño. Pero pasando de todo esto, si como hijo te criaste en una cultura, idioma y maneras de pensar determinadas, quizás sea todavía más difícil asimilarlo, cuando tus verdaderos padres fueran de otra distinta, y probablemente más costase interiorizarlo siendo adolescente. A no ser que uno hubiera madurado rápido y tuviera otro entendimiento. 
De todas maneras, lo anterior iría en realidad unido a todo un paquete de emociones, que estarían dentro de lo lógico y esperable. Esta película, sin embargo, vas más allá de este planteo, dado el espacio geográfico en el que acontece. 
De la mano de lo que se nos cuenta ha estado también el mostrarnos un poco la situación político-social y cultural, de estos israelíes y palestinos que hoy se enfrentan. Viendo yo la película, y con todo el respeto que se merecen estas culturas, igual no pude evitar sentirme agradecido por haber nacido en el Río en el Plata. 
Podrán decirse muchas cosas de los uruguayos. Que somos racistas, que somos esto o que somos aquello… pero creo que, de ninguna manera somos tan culturalmente cerrados como esta gente, lo cual es un privilegio. Y se sobre entiende que, cuánto más abierta es una cultura, más probable es que uno esté menos adherido a ciertas pautas de las que te rigen la convivencia. 
En El otro hijo, ya el punto de partida es un error humano ocurrido durante un “horror humano”, es decir, la guerra. Un conflicto que, con sus vaivenes, lleva sucediendo durante décadas y del que acá se habla desde, en una pequeña discusión entre los padres, hasta cuando se nos muestra el cruce de fronteras y un sector de la Barrera de Cisjordania. 
Lo otro que se pone en evidencia es lo terrible que sería algo así en el Oriente Medio. Quiero decir que, de ocurrir entre una familia uruguaya y otra argentina, fuera del obvio shock, no habría un cambio cultural tan grande. Inversamente, el marco religioso que rodea a Joseph y a Yacine es muy estricto. Al punto de que a algunos les es difícil concentrarse en ayudarlos a sentirse bien, por encima de lo que elijan o no creer, de acuerdo con sus, ahora, verdaderas raíces. 
Para mi gusto, primero debería ir el bienestar del individuo como persona y, recién después, nuestro creer espiritual. A no ser que su mismo bienestar estuviese vinculado con su propia espiritualidad.
Acá, hablando con un rabino ante su crisis de identidad, Joseph Silberg va en busca de una guía. Aunque, más que nada, queriendo que le digan que todo está bien y que puede seguir igual, por su camino recorrido, por su arraigo al judaísmo y por sus actitudes hacia la causa. No obstante, más atento a sus reglas milenarias, este anciano elige explicarle como es que se es o no judío, asustándolo aún más, en lugar de mostrarle empatía y decirle algo como “No te preocupes. Hoy no se trata de Dios, sino de ti”. Quiero suponer que, para el creyente no fundamentalista, la persona es más valiosa que sus creencias, en donde este parece no ser el caso.
El otro hijo habla entonces, de todo esto. Nos describe, brevemente, las derivaciones políticas y geográficas de esta guerra, mientras profundiza en una situación crítica e irreversible, tristemente, consecuencia directa del enfrentamiento. Situación que, si nos pasara, podríamos estar mucho tiempo preguntándonos porqué a nosotros. Luego, si fuésemos israelíes o palestinos, agradeceríamos al menos que nuestros niños, pese al error, pudieran sobrevivir al día en que nacieron.
Los padres, por otro lado, creo que vale la pena decir que serán siempre  aquellos que te críaron y te amaron, y a quienes hayas llamado papá y mamá desde un principio. Lo que luego, puedo pasar en el futuro se analiza en el momento. Pero la que te sustentó seguirá siendo tu familia.

Mi puntaje: 7/10


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martes, 5 de agosto de 2014

"¿Homenaje... o imitación? parte 2"

Titulo: The house of the devil (La casa del diablo)
Año: 2009
Género: Terror, Misterio
Director: Ti West
Guión: Ti West
Duración: 95min
Reparto: Jocelin Donahue, Tom Noonan, Mary Woronov, Greta Gerwig, AJ Bowen, Dee Walace
Produc.: MPI Media Group, Constructovision, RingTheJing Entertainment, Glass Eye Pix

Hace dos años vi Alien Trespass (2009), título de ciencia ficción en donde un ser extraterrestre tomaba el control de un ser humano, con la intención de conquistar la Tierra. Luego, hace unos pocos días vi La casa del diablo (2009), filme de terror en donde una joven universitaria era engañada y usada en un ritual. Aunque completamente distintas entre sí, ambas coincidían en haberle rendido tributo a un cine muy anterior. 
Homenajear en este entorno siempre ha sido algo común, como con el premio Cecil B. Demille entregado a las celebridades por su trayectoria. Pero por suerte esto no sólo ocurre en tales ocasiones, estando los guiños que algunos directores les hacen a sus similares, poniendo en boca de sus personajes frases de otros, replicando su estética y hasta sus mismos enfoques de cámara. Cualquier de estas opciones funcionaría, a no ser que, igual que Ti West, eligieran calcar totalmente un estilo, en lugar de solamente tomar ciertas cosas. 
Si en su momento ya le había ocurrido a la Alien Trespass de R. W. Goodwin, que volviera a pasar ahora con La casa del diablo sólo me lo confirmaría: estos hombres habían malentendido lo que era homenajear. 
No puedo saberlo con certeza, porque ambas podrían haber sido hechas sólo por encargo. Quiero, sin embargo creer que, tanto Goodwin como West sintieron, en realidad, un fuerte apego por sus proyectos. Inspirados por volver a ese cine, hoy lejano y aburrido, pero antes genial, y del que ambos se nutrieran. 
Con todo, si lo que West había pretendido era demonstrar que el pasado no se le olvida, seguro que copiar con exactitud lo visto en su infancia, no era precisamente lo recomendado. Ya puedo imaginarme cuántos que odian los refritos probablemente ni si quieran noten que La casa del diablo es casi uno, cegados por su admiración hacia un cine al que elogian, en tanto critican al de ahora sin mucho criterio. Es muy común que se idolatre lo pasado, mientras se destroza lo presente. 
Desde el diseño de los créditos hasta los close-ups en los personajes, Ti West no dejaría nada al azar, procurando recrear el estilo del terror setentero-ochentero, e incluso rodando en 16 milímetros por la textura. De verla nosotros sin conocimiento de su director o su reparto podríamos haber pensado que esta película era de esa época. 
En La casa de diablo, la joven Samantha (Jocelin Donahue) da con un pedido de niñera que la hará cruzarse con el misterioso, mentiroso y peligroso Sr. Ulman (Tom Noonan). Este la recibirá en su hogar, en donde se haga el necesitado y varíe en sus mentiras, mientras la convence de que, cueste lo que cueste, esa noche su presencia es requerida.
Ciñéndose, sin variantes, al estilo homenajeado, West se olvidaría de incluir un toque personal y distinto. Entre que Samantha habla con Ulman por teléfono, va a cumplir con el trabajo y descubre el motivo real de su estadía, no ocurre nada que no pudiera uno ver en cualquier película de las hechas en aquel entonces. La casa del diablo acabaría siendo un clon innecesario, sólo justificable si fuese un ejercicio de ambientación, hecho por estudiantes de una escuela de cine. 
Una chica cuidando a alguien a quien nunca ve, una casa que encierra un terrible secreto y un matrimonio con diabólicos planes son parte de una trama que, por su suspenso característico solo se sostiene con lo justo y por un rato, en tanto un espera a que suceda ese algo novedoso que nunca llega. 
Si hipotéticamente hablando, remplazásemos a West y al 2009 por un nombre y fecha más acordes al cine aludido, que La casa del diablo pudiese pasar por una producción lejana, creo yo que implica que hoy no tiene cabida. 

Mi puntaje: 4/10


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