sábado, 7 de abril de 2012

"Así empezó el cine"

Título: The Artist (El Artista)
Año: 2011
Género: Comedia, Romance, Drama
Director: Michel Hazanavicius
Guión: Michel Hazanavicius
Duración: 100min
Reparto: Jean Dujardin, Bérénice Bejo, John Goodman, James Cromwell
Produc.: La Petite Reine, La Classe Américaine, JD Prod, France 3 Cinéma, Juror Productions, uFilm, Canal+, CinéCinéma, France Télévision, Le Tax Shelter du Gouvernement Féderal de Belgique
Presup.: $15 millones aprox. 

En El Artista se nos ubica en el Hollywood de 1927, donde George Valentin (Jean Dujardin) es un aclamado actor del cine mudo que conoce a Peppy Miller (Bérénice Bejo), joven, hasta entonces desconocida, y con quien compartirá protagonismo en la pantalla. No obstante, cuando todo aparente ir bien encaminado será que de pronto surja el cine sonoro, el cual amenace y luego lleve a Valentin al fracaso, para, por otra parte, catapultar a su compañera al estrellato dentro del nuevo esquema de la industria. 
Si me preguntaran a mí, diría que la razón por la cual esta película obtuvo tan extraordinario recibimiento y tal aclamación por parte de la crítica, ha sido la muy buena comercialización de la que dispuso. Las hay, y de eso no tengo dudas, películas que son aplaudidas por el mundo entero y que cuando uno finalmente las ve, acaba dándose cuenta de que, o su director tuvo un momento de divina inspiración, o que se trataba, ni más ni menos, que de un genio. Ahora… ¿Ha sido este el caso de Michel Hazanavicius? Yo creo que no. En cambio, ¿ha sido este el caso de una cinta muy bien distribuida? Yo creo que sí. 
Lo que ocurre con El Artista es que, sin siquiera quererlo, terminaría creándose muchos detractores, por ser casi completamente insonora (con la salvedad de su banda sonora y de su muy breve diálogo), además de ser en blanco y negro, en una sociedad acostumbrada a un cine en el que la ausencia, ya fuera de uno como del otro, a nadie se le pasaba por la cabeza.            
En lo personal, creo que la trampa en la que tantos han caído, ha sido el dejarse maravillar por algo distinto de lo cotidiano. Cuando estamos habituados a ver algo de una cierta manera, y de pronto un día se nos muestra una versión de ese algo, que se sale de la norma, lo que puede ocurrir es, básicamente, que nos sintamos atraídos y a gusto con este nuevo punto de vista, o que, por el contrario, le huyamos. Siendo más preciso, en una era en la que estamos acostumbrados al cine sonoro y al color, una película que se ha permitido romper con este código, ha sido para muchos el equivalente a una "revelación". A lo que me refiero es a que, para muchos, una vez que se metieron en el argumento y que se adaptaron a su lenguaje, probablemente hayan caído en la idea, un tanto romántica, de dejarse llevar, más por la belleza de su arte y del vestuario, y más por las sonrisas, la simpatía de sus personajes y la banda sonora, que por el propio argumento.
Por si esto dejase alguna duda, basta con que se recuerde a otra de las candidatas al Óscar. El Árbol de la vida (2011) de Terrence Malick, también realizada de una manera muy distinta a la habitual, sería luego elogiada por muchos y repudiada por otros. Los del segundo grupo, por no adaptarse esta, al modelo cinematográfico más y conservador y convencional.
Siguiendo con el análisis, resulta singular que estemos ante un filme cuyo lenguaje es exactamente el mismo que el de las producciones hollywoodenses del período histórico que se aborda. 
El Artista abre con un enorme teatro colmado de gente que disfruta de los últimos minutos de una película del legendario George Valentin, una suerte de Clark Gable del momento. A todo eso, el propio Valentin aguarda a un costado del escenario, junto a su mascota Uggie (también estrella de cine) y el productor de la película, Al Zimmer (John Goodman), entre otros. Cuando la función termina y su personaje acaba victorioso, mascota y celebridad salen a montar su propio espectáculo. Valentin saluda a su público, el canino hace sus piruetas y el simpático dúo es aplaudido. 
Más tarde, Valentin posa sonriente para su fans y los reporteros, cuando conoce a Peppy Miller, quien dentro de poco obtendrá su pasaje a los grandes estudios, tras ser elegido por casting. A partir de acá, veremos desenvolverse la amistad y el romance que surja entre ellos, hasta que la crisis del cine mudo, rápidamente pisoteado por el sonoro, los distancie. Valentin quedará en el olvido y, en cambio Miller, se consolidará con el nuevo sistema. 
El Artista, por lo tanto, pasa a ser un drama que combina la ficticia problemática entre sus dos personajes principales, con la realidad histórica que viviera la industria cinematográfica de aquel entonces. Lo que ocurre, de esta manera, es que, si bien los hay momentos bastante bien logrados y muy bien musicalizados, se hace igualmente difícil soportar el vacío dejado por la falta del sonido de la palabra hablada, ya que debemos conformarnos con los intertítulos y con el lenguaje, pura y exclusivamente, gestual. Por esto es que, una película que pretendía homenajear al cine temprano, termina fallando, al aburrir a muchos, por tratarse de un lenguaje de otros tiempos, aplicado a un argumento que, tal vez, mereciera mayor fuerza narrativa.

Mi puntaje: 6/10 


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