lunes, 27 de agosto de 2012

"Construyendo el terror, pieza a pieza"

Título: The cabin in the woods (La cabaña del terror)
Año: 2012
Género: Terror, Thriller
Director: Drew Goddard
Guión: Joss Whedon, Drew Goddard
Duración: 95min
Reparto: Kristen Connolly, Chris Hemsworth, Anna Hutchison, Fran Kranz, Jesse Williams, Richard Jenkins, Bradley Whitford, Brian White
Produc.: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Mutant Enemy, United Artist
Presup.: $30 millones aprox.

En La cabaña del terror, cinco amigos que se reúnen un fin de semana, acaban encontrándose con mucho más que los característicos peligros de un bosque tenebroso.
El público pedía a gritos que se lo escuchara. Pedía que se dejasen de hacer tantos remakes y tantas secuelas, hartos de ver siempre la misma historia. Pero es que en Hollywood, a los éxitos de taquilla se busca explotarlos hasta las últimas consecuencias. Los estudios prefieren contratar a gente dispuesta a negociarse un buen contrato, para retomar una idea, ya, más que exprimida y decirle que no, a proyectos más gratificantes, aunque menos lucrativos.
El público reclamaba, ante la falta de originalidad. Y así como Los Vengadores (2012) llegarían para salvarnos de la invasión, el propio Joss Whedon (quien adaptase a Stan Lee) llegaría para darnos un respiro, en este otro género.
Coescrita por él y por Drew Goddard, y dirigida por Goddard, su estreno había estado previsto para el 5 de febrero del 2010. Sin embargo, dada la intención de la MGM de convertirla al 3D, más su posterior anuncio de estar en quiebra, la espera se prolongaría. Finalmente, tanto Whedon como Goddard se opondrían a la conversión y tras serios problemas financieros la distribución de la película sería vendida a la Lions Gates Entertainment Corporation, para una llegada a salas el 13 de Abril del 2012.
Respecto a Whedon, él mismo daría una breve definición de lo que el cine de terror le significaba, y de aquello en lo que, a su parecer, este se había terminado convirtiendo. Diría también, cuál era el objetivo que él y su coguionista perseguían y que en parte describiría como: “…un intento por revitalizar el género…”, etc., etc.
Llegué a leer un montón de críticas que resaltaban lo bueno que era el resultado, además de, lo retorcido. Un amigo me dijo, vía Facebook, que más allá de su originalidad, tanto revuelo se debía, más que nada, a su estreno tan postergado. Me dijo también, que de todos modos la viera, pero que tuviera paciencia, porque al principio iba a parecerme tonta.
Yo me terminaría dando cuenta de que, ciertamente, no era para semejante alboroto.
Dana (Kristen Connolly), Curt (Chris Hemsworth), Jules (Anna Hutchison), Marty (Fran Kranz) y Holden (Jesse Williams), son los típicos personajes, inconfundibles en cualquier cinta de terror, que fuera sobre jóvenes y cabañas aisladas. Recuérdese, por ejemplo, el clásico Posesión Infernal (1981)  o Fiebre en la cabaña (2009).
          Por otro lado, Sitterson (Richard Jenkins) y Hadley (Bradley Whitford) son dos técnicos de una empresa, cuyo trabajo es manejar en simultánea varios escenarios, mediante los cuales están constantemente sembrando el pánico en distintas partes del mundo y de variadas formas. 
Lo que sigue, luego en la cabaña, es una sumatoria de clichés, que si bien puede que aburra, se entiende que no persigue el mismo cometido, ya conocido. Existe de hecho, una vuelta de tuerca. 
Tenemos a la romántica parejita (Curt y Jules), que tiene la ridícula ocurrencia de tener sexo en medio del bosque, en vez de en una cama, como gente racional. Ellos, como es evidente, terminan viéndoselas feas. O tenemos al payaso del grupo (Marty), quien, estando por las suyas, en el momento de ser atacado, logra salvarse. 
Este tipo de situaciones se desatan cuando los chicos tienen la feliz idea de bajar a un sótano (antes abierto por Sitterson), que nunca deberían haber pisado. Allí abajo, Dana toma un libro con textos en latín, y pese a que Marty se lo advierte, temeroso, ella lee un conjuro que despierta a los zombies.
Una vez que ya hemos visto un poco de lucha, sangre y muerte, uno querría que tanta paciencia tuviera su recompensa, pero los giros de la película no son ni cerca de lo notables y sorpresivos, que, como espectador, uno se esperaba.
Sí he de decir, no obstante, que lo que ha Whedon se le ha ocurrido, es que tanto sufrimiento se debiera a procedimientos, teóricamente necesarios, y por el bien de la mayoría de nosotros. Algo que, más adelante se nos aclara.
No podemos negar que se trate de algo novedoso. Salvo que, una vez revelada la primera gran sorpresa y cuando ya han muerto tres de los muchachos, la película se descansa en mostrarnos una masacre, con monstruos arrasando contra los sádicos responsables del proyecto, en lo que parece, fuese su castigo. De esta manera, se ha pasado de la originalidad al chiste fácil.
Se juega mucho con el concepto, obviamente ficticio, de que los jóvenes fuésemos unos tontos, siempre predispuestos a abrir las puertas del espanto (es decir, a meternos en donde no nos llaman), y donde, según Sitterson, eso tiene que pagarse. Que es, en realidad, una excusa para él justificarse.
Ya cuando gran parte del argumento ha sido desvelado y cuando la intriga ha dado paso a la cacería, es que la película empieza a perder su encanto, sólo sostenido por la final aparición de quien dirige la compañía.
Pero en resumen, ¿es esta, en definitiva, una gran película? Sinceramente, lo dudo. Más me inclino a pensar, que con su guión hayan sido capaces de contarnos un relato distinto, explotando los códigos más comunes, de un modo nunca antes visto. Aunque, con una conclusión que se me hizo muy tirada de los pelos. Dudo que eso alcanzase para decir que esto sea de lo mejor en terror de este año. Es, sí, entretenida, diferente y para pasar el rato.

Mi puntaje: 6/10


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sábado, 25 de agosto de 2012

"Molestando al vecino nuevo, en nombre de Dios"

Título: Henry Poole is here (El milagro de Henry Poole)
Año: 2008
Género: Comedia, Drama
Director: Mark Pellington
Guión: Albert Torres
Duración: 99min
Reparto: Luke Wilson, Radha Mitchell, Adriana Barraza, Morgan Lily, Rachel Seiferth, George Lopez, Cheryl Hines, Richard Benjamin
Produc.: Overture Films, Lakeshore Entertainment, Camelot Pictures

En El Milagro de Henry Poole, Henry (Luke Wilson) es un hombre, profundamente deprimido, que se niega a creer en que en la pared trasera de su casa haya podido aparecer la imagen de Cristo.
Henry, en su depresión, sólo desea abonar la compra de su nueva propiedad y que se lo deje sufrir en paz. De lo primero que sabemos es que algo malo le está pasando, pero no es hasta más adelante que descubrimos de qué se trata.
Un día, Henry se encuentra en el interior de su casa, cuando de pronto, al mirar por una ventana reconoce a Esperanza (Adriana Barraza), una vecina. Por algún motivo ella se halla en su jardín, frente a la pared trasera de su patio. De inmediato, Henry sale a buscarla, momento en el que se percata de que la mujer a cruzado al patio de al lado. Nosotros, que antes la habíamos visto persignarse, ahora comprobamos cómo ella habla por teléfono, alterada.
Henry entonces se acerca al muro que separa los jardines y en un tono muy tranquilo pregunta a Esperanza que hacía antes, detrás de su casa. Para responderle, la mujer lo invita a que la acompañe, a lo que, instantes más tarde, los tenemos a los dos, mirando detenidamente a una pared, en donde hay una mancha.
Esperanza contempla esta mancha con el mismo asombro de alguien que acabara de encontrar petróleo. Henry, por su parte, está seguro de estar viendo sólo mugre. Esperanza es una mujer muy creyente y en cambio Henry, un completo ateo. Para ella, lo que tiene ante sus ojos es el rostro de Jesucristo y un verdadero milagro, pero para Henry eso no es nada.
Hasta aquí, ambos puntos de vista son perfectamente respetables. Sin embargo, la situación se habrá complicado cuando Esperanza se pase de la raya.
Henry, que había querido que en su casa lo dejaran tranquilo, empieza a ser molestado por su vecina. Esperanza, empeñada en hacerle entender que lo que hay en su pared es una señal divina, una y otra vez, insiste en aparecerse. Primero vuelve a la casa con el Padre Salazar (George Lopez), y luego lo hace en varias ocasiones, con distintos vecinos. Todos ellos, necesitados de la ayuda del Todopoderoso.
Al mismo tiempo, Henry conoce a la joven Patience (rachel Seiferth), cajera del supermercado al que él  frecuenta, y a Dawn Stupek (Radha Mitchell) y su hija Millie (Morgan Lily), de quienes ahora es vecino de puerta. Las tres serán elementos importantes, que hagan avanzar la historia.
Una noche, Millie cruza al patio de Henry y toca la mancha. Al instante, la niña ha recuperado el habla, puesto que ella no pronunciaba palabra desde que su padre la abandonara. Por cierto que, ¿quién la había incentivado a ir a tocar la pared y a sabiendas de que a Henry eso no le gustaría? Esperanza Martínez. Ya, a estas alturas, parecería que el mundo estuviera conspirando en su contra.
Por si esto fuera poco, a Patience también se le da por tocar la pared, a lo que, de repente, la chica afirma haber, milagrosamente, recuperado su buena vista y ya no precisar anteojos. Para el pobre Henry ya todo esto es el colmo y trata de que todos le entiendan que esos “milagros” no son más que puras coincidencias. Hechos afortunados que han tenido que, casualmente ocurrir, justo cuando ambas acababan de tocar la pared.
Toda una comunidad de creyentes acaba convirtiendo a su patio en una especie de sitio sagrado y llenando la pared de ofrendas. Sin importar que se trate de una propiedad privada, todos aprovechan la oportunidad, sin que a ninguno se le ocurra considerar, que la libertad de uno termina en donde empieza la del otro. Esto es decir que si Henry quisiera, podría perfectamente denunciarlos a la policía.
En la película se llega a un punto en donde Esperanza insiste a Henry, sobre que él mismo toque este supuesto rostro de Jesucristo, para liberarse de su depresión. Henry entonces rechaza esta posibilidad, aún negándose a creerle. Pero ahora, con mayor dificultad, ya que queda claro que lo hace, más por miedo a lo desconocido, que por cualquier otra cosa. Estos tan llamados "milagros" que él ha presenciado, han empezado a dificultarle, cada vez más, mantener un escepticismo que, de todos modos, se rehúsa a dejar.
El milagro de Henry Poole no empieza de mal modo. Primero Henry conoce a Dawn y a Millie, y más tarde, surge el asunto religioso. Acá, la película ya tiene a un personaje principal con un buen conflicto, y cuya única negativa sería toda esa parte sentimental con sus vecinas Stupek, que puede que aburra un poco.
No obstante, lo que tenemos, al final, es más que nada un gran filme publicitario de la religión cristiana y en donde el director nos dice que, encontrando la fe es cómo podríamos liberarnos de todo nuestro sufrimiento, y Henry, también del suyo. Con personajes que intentan darnos las razones por las cuales, según ellos, es bueno y necesario creer en algo. Cuando lo correcto hubiera sido plantearnos la idea de la religión como sólo una posible alternativa y a elección de cada uno.
Acá no se quiere que uno lo piense y elija el camino que más le guste, sino que nos inclinemos por el camino de la fe. Se trata de un mensaje que, en gran medida, podría ofender a muchos.

Mi puntaje: 3/10

                
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lunes, 13 de agosto de 2012

"Romper las tradiciones requiere valentía"

Título: Brave (Valiente)
Año: 2012
Género: Animación, Acción, Aventura, Comedia
Director: Mark Andrews, Brenda Chapman, Steve Purcell (co-director)
Guión: Brenda Chapman (historia), Mark Andrews, Steve Purcell, Brenda Chapman y Irene Mecchi (guión)
Duración: 100min
Reparto: Kelly Macdonald, Billy Connolly, Emma Thompson, Julie Walters, Robbie Coltrane, Kevin McKidd, Craig Ferguson, Steven Cree
Produc.: Walt Disney Pictures, Pixar Animation Studios
Presup.: $185 millones aprox.

En Valiente, Mérida en una princesa escocesa del clan DunBroch, que se niega a cumplir, estrictamente, con su rol en la tradición familiar. Una vez que ella decida cambiar esta situación, será cuando las cosas se le vuelvan, patas para arriba.
Esta nueva aventura, surgida de la colaboración entre Disney y Pixar, llega en un momento en el que, creo que, se hacía imprescindible, dada la sobre abundancia de secuelas. Pero, que no se me malinterprete. Salvo casos excepcionales, diría que no se ha dado, prácticamente nunca, que una animación de los grandes estudios llegara a decepcionar.        
Hoy es el caso de Valiente, que, por primera vez tiene como protagonista a un personaje femenino, desarrollándose, además, en la Alta Edad Media.
Mérida (Kelly Macdonald) es una joven adolescente, hija de Fergus (Billy Connolly), padre guerrero, y de Elinor (Emma Thompson), madre elegante y de buenos modales. De su padre ha heredado el espíritu para la acción y de su madre... aún está por verse.
Justo en este momento, Elinor está nerviosa, ya que los jefes de tres clanes vecinos están por llegar a su reino con sus hijos, los príncipes, para que estos compitan por la mano de Mérida. Elinor, lo que quiere, es que su hija se comporte, actúe con educación y acepte su destino, ya preestablecido.
A Mérida, obedecer a su madre se le hace difícil, ya que esa es una tradición que ella no comparte. Elinor se ha visto siempre a sí misma como una dama, educada y refinada. Incapaz de comer, usando las manos, sentarse encorvada o mancharse la ropa. Todo lo contrario, al modo de ser de su hija. La relación entre la una y la otra es de perros y gatos. Un vínculo con el que, seguramente, muchos se sientan identificados.
En un acto de rebeldía, y luego de que los príncipes se batieran en arquería, Mérida se presenta para competir por su propia mano. Según las reglas, los pretendientes deben ser primogénitos y ella también lo es. Se sobre entiende que esto no es válido, pero a Mérida, poco le importa. Furiosa, e impulsada por una madre rezongona, apunta a los tres blancos y acierta a los tres en el centro.
A estas alturas, para Mérida su madre se ha vuelto un ogro, y ella, una incomprendida. En un clímax temprano, en donde ambas discuten, Mérida rompe un tapiz, tejido por su madre, en el que ella y sus padres aparecían juntos, luego de lo cual huye a caballo hacia el bosque. Pronto, Mérida da con la cabaña de una anciana (Julie Walters), parte bruja y parte vendedora, y consigue hacerse con un hechizo prometedor. Con este podrá cambiar a su madre, su manera de pensar, con sólo darle a probar un pequeño pastel. Lo que la anciana, sin embargo, olvida mencionarle, es que este cambiaría también, su imagen física. No al tanto de esto, Mérida convierte a su madre en un oso, animal al que su padre había jurado venganza.
Los hechizos y las luchas por acabarlos, ya son algo muy visto. Tómese, por ejemplo, el caso de La Bella y la Bestia (1991). La diferencia aquí radica, en que este tipo de conflicto, entre madre e hija, es mucho más cercano y real para muchos.
Elinor y Mérida no quieren escucharse. Elinor cree ser ella la incomprendida y no entiende en que falló, cuando de hecho es su hija, la perjudicada. Lo triste es que tuvieran que llegar al punto, en que la madre acabara abandonando su condición humana y su capacidad de diálogo, para que ambas, finalmente se entendieran.
Hija y madre (ahora oso), salen del castillo para poner a Elinor a salvo de un marido, que desconoce del hechizo. Es a partir de ahí, en medio del bosque, que ambas se dan la chance de hacer un cambio radical en su relación, aunque sea obligadas por circunstancias extremas. Mérida es ahora la única que puede expresarse. Su madre sólo puede oírle o rugirle. Acá se hace muy gracioso ver como una Elinor que, peluda, de unos dos metros de alto y con patas, en vez de piernas, sigue manteniendo la misma conducta impecable de una perfecta señora, además de aún llevar consigo la corona.
A lo largo de la película, el humor, los enredos y algunos datos importantes sobre el pasado mismo del clan, son siempre acompañados por esta buena lección de convivencia, que dicta que por algo tenemos dos oídos y sólo una boca.
Pese a todo, tampoco es que, necesariamente, uno tuviera que ir al cine para darse por entendido sobre ciertas obviedades. La película sólo refuerza conceptos que ya todos conocíamos. Porque es algo desafortunado, pero real, que muchos padres, sin pretenderlo, cometan el error de querer decidir siempre por sus hijos. No permitiéndoles a ellos vivir sus vidas a su manera.

Mi puntaje: 6/10


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viernes, 10 de agosto de 2012

"El hombre que desafió a Alcatraz"

Título: Escape from Alcatraz (Escape de Alcatraz)
Año: 1979
Género: Acción, Crimen, Drama
Director: Don Siegel
Guión: J. Campbell Bruce (libro), Richard Tuggle (guión)
Duración: 112min
Reparto: Clint Eastwood, Patrick McGoohan, Roberts Blossom, Jack Thibaeau, Fred Ward, Paul Benjamin, Larry Hankin, Bruce M. Fischer, Frank Ronzio, Fred Stuthman, David Cryer, Madison Arnold
Produc.: Paramount Pictures, The Malpaso Company
Presup.: $8 millones aprox.

En Escape de Alcatraz se nos cuenta la verdadera historia de Frank Morris (Clint Eastwood), quien junto a otros dos presos llevara a cabo, el que se cree hasta hoy, el único escape satisfactorio de esta prisión.
El 20 de enero de 1960 y tras, ya haber circulado por distintos centros penitenciarios, Morris llegaba a Alcatraz. Nacido en 1926, Morris había empezado su historial de antecedentes con apenas 13 años, luego de lo cual sería detenido por su comportamiento delictivo en sucesivas oportunidades. Sus crímenes iban, desde la posesión de narcóticos, hasta el atraco a mano armada.
Don Siegel dirigió esta película, que, salvando las distancias, acabaría teniendo ciertas similitudes con la superproducción de 1997, Titanic. En ambas se partía de la base de que estas maravillas arquitectónicas (un barco y una cárcel) eran inviolables. Se pensaba imposible burlar la seguridad de Alcatraz, y Frank Morris lo haría. Se creía imposible que el barco más grande del mundo se fuera a pique, y eso, también pasaría.
Escape de Alcatraz supuso una dramatización, que buscaría recrear todo lo previo a la hazaña y el propio acontecimiento. Siegel, muy decidido a no dejar escapar ningún detalle, nos dejaría ver cada movimiento llevado a cabo por el recluso. Este, tan capacitado para lograrlo, como para no tener descuidos. Precisamente, con un coeficiente intelectual superior al normal, Morris contaba con ventajas que otros no tenían.
Una vez adentro, Morris sería desnudado, aseado y puesto al tanto de las regulaciones, antes de entrar a su celda. Más tarde conocería al resto de los presos, algunos de los cuales se volverían sus amigos.
 A nivel narrativo, sería fundamental que Siegel describiera el panorama interno del lugar, para que fuera claro que buscar la libertad era sólo uno de varios motivos para querer dejar esa cárcel. Es que, lejos de ser un lugar tranquilo, aquello podía convertirse en un infierno. Una de dos cosas, eran las que allí podían sucederte: o que te tranquilizaras y te portaras bien (congeniando con algunos y haciendo de tu estadía, más llevadera), o que te metieras con los otros o te enloquecieras, de alguna manera. Y si tú eras de los mansos y te topabas, recurrentemente, con un agresivo, tendrías que cuidarte las espaldas. Habría una escena en las duchas, en donde Wolf (Bruce M. Fischer), uno de los más violentos, se detenía ante Morris con una actitud y una sonrisa, que lo dejaban a uno dudando entre si sería él un homosexual, con problemas de temperamento, o acaso, simplemente, un matón.
Fuera de este tipo de incidentes, lo que entenderíamos en seguida era que, si siendo libre habías sido un chico malo, en Alcatraz no tardarías en enderezarte, o de lo contrario, sufrirías las consecuencias. English (Paul Benjamin) o Litmus (Frank Rozio), por ejemplo, eran dos tipos, que afuera habían obrado mal, mientras que ahora se comportaban con disciplina, incapaces de mover un dedo si lo vieran peligroso. Otro de los reclusos, el veterano Doc (Roberts Blossom), mataba las horas expresando su talento en sus pinturas. No veríamos, de este modo, a delincuentes con mala pinta, sino a un montón de hombres asustados, temerosos de que hubiera algo peor al hecho mismo de estar allí.
Desconozco si habrá sido por motivos creativos, realidad o casualidad, pero esta cinta no se salvaría de la tendencia de mostrar al director de la prisión como alguien de mal carácter. Aquí el guardián de la prisión (Patrick McGoohan), si bien no sería exactamente “el” villano, sí daría a entender, por momentos, que de cuando en cuando tenía, con los reclusos, algún problema personal.
Volviendo a lo central, Siegel se preocuparía por mostrar a cada uno de quienes, ya fuera en mayor o menor medida, hubieran llegado a dar una mano a Morris. Dentro de una institución de este tipo, hay algo que siempre ha existido y es la posibilidad de tener acceso a determinado tipo de herramientas, siempre y cuando, supieras cómo negociarlas. A Morris, por ejemplo, un poco de ayuda le costaría la totalidad de sus postres, a la hora de la comida.
Morris, entonces, sería valiéndose de mucha paciencia, horas de trabajo y hábiles estrategias de distracción, que lograría, junto a otros dos compañeros, Clarence y John Anglin (Jack Tibeau y Fred Ward), elaborar el plan perfecto, del cual él era la mente pensante. 
Con respecto a lo más flojo, diría que Siegel cometió el error de no profundizar en aspectos de la psicología misma de Morris. Haciendo memoria, en el drama ficticio carcelario Cadena Perpetua, del 94, Darabont se había tomado su tiempo para que conociéramos a Andy Dufresne lo mejor posible. Entonces, luego viviríamos toda la secuencia de su fuga, casi como si fuésemos nosotros, los que estuviéramos dejando atrás Shawshank. Esto en Escape de Alcatraz también ocurre, pero en mucha menor escala y quitándole así magnitud a la última secuencia. No deja de ser cierto que la hazaña de Morris fuera bastante menos impresionante, que lo hecho por Dufresne. Pero eso no quita que dependiera de Siegel, el que la parte del escape tuviera en nosotros el mismo efecto conseguido por Darabont.

Mi puntaje: 6/10


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viernes, 3 de agosto de 2012

"Acción - Reacción"

Título: Les Choristes (Los Coristas)
Año: 2004
Género: Drama, Musical
Director: Christophe Barratier
Guión: Georges Chaperot y René Wheeler (historia de 1945 "La Cage aux rossignols"), René Wheeler y Noël-Noël (guión de 1945 "La Cage aux rossignols"), Christophe Barratier (historia en pantalla), Christophe Barratier y Philippe Lopes-Curval (guión)
Duración: 97min
Reparto: Gérard Jugnot, Jean-Baptiste Maunier, Maxence Perrin, François Berleand, Marie Bunel, Grégory Gatignol, Kad Merad
Produc.: Vega Film, Banque Populaire Images 4, CP Medien AG, Canal+, Centre National de la Cinematographie (CNC), Dan Valley Film AG, France 2 Cinéma, Galatée Films, Novo Arturo Films, Pathé Renn, Productions, Procirep
Presup.: €5.500.000 millones aprox.

En Los Coristas, Pierre Morhange (Jacques Perrin) es un director de orquesta francés, que se haya en Nueva York, cuando debe de volver a su país por la muerte de su madre. Tras el entierro se reencuentra con Pépinot (Didier Flamand), antiguo compañero del internado, y con quien rememorará aquellos tiempos, cuando sus vidas fueran tocadas por el maravilloso Clément Mathieu (Gérard Jugnot).
Llaman a la puerta. Pierre le abre a alguien a quien él no reconoce. Su visitante, en cambio, parece muy seguro de que esto no es así. Para sorpresa de Pierre, se trata de Pépinot. Es que hace cincuenta años que no se ven.
Pierre invita a Pépinot a pasar, momento en el cual empiezan a charlar sobre su época de pupilos. Pierre siente especial interés por saber qué fue de Mathieu, de cuyo diario él nunca ha oído hablar y que el propio Pépinot le da a conocer.
Este es el prólogo de la película, en donde sus vivencias en Fond de L 'Étang (Fondo del Tanque) nos son contadas a través de este diario.
Todo se remonta a un día sábado de 1945, cuando Mathieu llega a los portones del internado. Allí se topa con un niño muy quieto y callado quien, tras el portón, parece esperar a que algo ocurra. Mathieu más adelante se enterará de que el niño es Pépinot. Un huérfano que aguarda cada sábado, a la llegada de un padre que él se niega a aceptar que haya fallecido.
Mathieu se presenta como el nuevo vigilante, ante un personal que no se molesta en darle una bienvenida cálida o en hablarle bien de los pupilos. Muy por el contrario, sólo saben describirle a chicos indisciplinados, que carecen de respeto por los adultos.
Uno como espectador, aún sin haber visto todavía nada, ya debería ir haciéndose una idea de, cómo son realmente las cosas. La infancia es la etapa en que necesitamos, más que nunca, ser entendidos y escuchados, y la atención y la comprensión son algo que estos niños desconocen. Sucede que Rachin (François Berleand), el director del internado, es un cretino, un ególatra y un completo malhumorado. Sus asuntos personales lo han llevado a descargar su bronca sobre quienes no lo merecen y a regirse bajo un código implacable de: “acción – reacción”, en donde cualquier mala conducta es penada severamente. Rachin y sus subordinados parecieran estar siempre expectantes a las indisciplinas, como si el confinamiento en el llamado “calabozo” fuera el mayor de sus placeres. Son muy buenos, penando los errores, y muy malos, recompensando los pocos aciertos.
Mathieu empieza a cumplir con sus funciones, a lo que descubre de inmediato, que lo que le habían dicho antes no era mentira. Allí adentro sí que hay problemas. Pese a esto, a él le cuesta acostumbrarse a eso de la “acción – reacción”, ni le agrada que a los niños se los encierre. Pero entonces, claro... Mathieu, a diferencia del poco capaz de Rachin, con o sin problemas, él sí tiene paciencia y capacidad de escucha. Ambas indispensables, si se pretende sacar algo bueno de estos niños. En seguida se le enciende la lamparita y se propone a sustituir el castigo por la música. Básicamente, quiere hacerles darse cuenta a los niños, de que sí, que ellos valen, y que sí, que ellos sirven para algo.
El nuevo vigilante comenta a Rachin su intención de formar un coro, ya que no es cosa de llegar un día y empezar a hacer lo que le plazca. El director, amargo como siempre, nunca le sonríe o lo anima por su idea. Sólo se limita a mostrarle su desdén y a advertirle de lo que podría ocurrirle si las cosas se le saliesen de control.
 Pronto, Mathieu ha probado a los niños, los ha separado según el tipo de voces y ha formado su coro. Pronto, también, ciertos incidentes llevan a que Rachin le prohíba seguir con su experimento. Que es cuando la cosa se pone aun más interesante, porque Mathieu desobedece y practican, entonces, a escondidas.
De aquí en más, cada vez que los niños canten será un momento mágico, de pura belleza, y en donde Rachin se habrá convertido, momentáneamente, en algo lejano e inofensivo. Mathieu, asimismo, establecerá, a lo largo de la película un muy especial vínculo con dos de sus alumnos, Morhange y Pépinot. Que son quienes nos narran la historia desde un principio.
En una oportunidad, leí una famosa frase de Alfred Hitchcock, en la que este decía: “Nunca trabajes con niños, con animales o con Charles Laughton”. La verdad es que sobre Laughton carezco de detalles, pero sí se de lo nervios que pasó Hitchcock filmando con niños y con perros. Lo que me dice que este inglés debió de ser un realizador de poca paciencia. Es que luego de disfrutar del coro de pupilos de Christophe Barratier, se hace difícil pensar que estos chicos pudieran ser tan alborotadores.
La dirección de actores acá es magnífica. Lo mismo que la manera en que los chicos se meten en sus personajes. Lo que me hace pensar que, a no ser que estos niños fuesen luego, doblados por otros coristas, Jean-Baptiste Maunier y sus compañeros debieron de haber amado esos momentos en los que el director decía acción, para que ellos, con sus voces, pudieran divertirse.
En Los Coristas cada escena tiene a unos niños actores que, lejos de ser de piedra, uno puede entender lo que sienten, ya sea que sufran o que reían. Uno puede ver cómo Mathieu pasa de ser profesor, no sólo a  convertirse en director de coro, sino que también, en terapeuta. Porque a veces, no es un máster en psicología lo que se precisa para ayudar, sino que el saber compadecer y escuchar al otro.

Mi puntaje: 8/10


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