viernes, 10 de agosto de 2012

"El hombre que desafió a Alcatraz"

Título: Escape from Alcatraz (Escape de Alcatraz)
Año: 1979
Género: Acción, Crimen, Drama
Director: Don Siegel
Guión: J. Campbell Bruce (libro), Richard Tuggle (guión)
Duración: 112min
Reparto: Clint Eastwood, Patrick McGoohan, Roberts Blossom, Jack Thibaeau, Fred Ward, Paul Benjamin, Larry Hankin, Bruce M. Fischer, Frank Ronzio, Fred Stuthman, David Cryer, Madison Arnold
Produc.: Paramount Pictures, The Malpaso Company
Presup.: $8 millones aprox.

En Escape de Alcatraz se nos cuenta la verdadera historia de Frank Morris (Clint Eastwood), quien junto a otros dos presos llevara a cabo, el que se cree hasta hoy, el único escape satisfactorio de esta prisión.
El 20 de enero de 1960 y tras, ya haber circulado por distintos centros penitenciarios, Morris llegaba a Alcatraz. Nacido en 1926, Morris había empezado su historial de antecedentes con apenas 13 años, luego de lo cual sería detenido por su comportamiento delictivo en sucesivas oportunidades. Sus crímenes iban, desde la posesión de narcóticos, hasta el atraco a mano armada.
Don Siegel dirigió esta película, que, salvando las distancias, acabaría teniendo ciertas similitudes con la superproducción de 1997, Titanic. En ambas se partía de la base de que estas maravillas arquitectónicas (un barco y una cárcel) eran inviolables. Se pensaba imposible burlar la seguridad de Alcatraz, y Frank Morris lo haría. Se creía imposible que el barco más grande del mundo se fuera a pique, y eso, también pasaría.
Escape de Alcatraz supuso una dramatización, que buscaría recrear todo lo previo a la hazaña y el propio acontecimiento. Siegel, muy decidido a no dejar escapar ningún detalle, nos dejaría ver cada movimiento llevado a cabo por el recluso. Este, tan capacitado para lograrlo, como para no tener descuidos. Precisamente, con un coeficiente intelectual superior al normal, Morris contaba con ventajas que otros no tenían.
Una vez adentro, Morris sería desnudado, aseado y puesto al tanto de las regulaciones, antes de entrar a su celda. Más tarde conocería al resto de los presos, algunos de los cuales se volverían sus amigos.
 A nivel narrativo, sería fundamental que Siegel describiera el panorama interno del lugar, para que fuera claro que buscar la libertad era sólo uno de varios motivos para querer dejar esa cárcel. Es que, lejos de ser un lugar tranquilo, aquello podía convertirse en un infierno. Una de dos cosas, eran las que allí podían sucederte: o que te tranquilizaras y te portaras bien (congeniando con algunos y haciendo de tu estadía, más llevadera), o que te metieras con los otros o te enloquecieras, de alguna manera. Y si tú eras de los mansos y te topabas, recurrentemente, con un agresivo, tendrías que cuidarte las espaldas. Habría una escena en las duchas, en donde Wolf (Bruce M. Fischer), uno de los más violentos, se detenía ante Morris con una actitud y una sonrisa, que lo dejaban a uno dudando entre si sería él un homosexual, con problemas de temperamento, o acaso, simplemente, un matón.
Fuera de este tipo de incidentes, lo que entenderíamos en seguida era que, si siendo libre habías sido un chico malo, en Alcatraz no tardarías en enderezarte, o de lo contrario, sufrirías las consecuencias. English (Paul Benjamin) o Litmus (Frank Rozio), por ejemplo, eran dos tipos, que afuera habían obrado mal, mientras que ahora se comportaban con disciplina, incapaces de mover un dedo si lo vieran peligroso. Otro de los reclusos, el veterano Doc (Roberts Blossom), mataba las horas expresando su talento en sus pinturas. No veríamos, de este modo, a delincuentes con mala pinta, sino a un montón de hombres asustados, temerosos de que hubiera algo peor al hecho mismo de estar allí.
Desconozco si habrá sido por motivos creativos, realidad o casualidad, pero esta cinta no se salvaría de la tendencia de mostrar al director de la prisión como alguien de mal carácter. Aquí el guardián de la prisión (Patrick McGoohan), si bien no sería exactamente “el” villano, sí daría a entender, por momentos, que de cuando en cuando tenía, con los reclusos, algún problema personal.
Volviendo a lo central, Siegel se preocuparía por mostrar a cada uno de quienes, ya fuera en mayor o menor medida, hubieran llegado a dar una mano a Morris. Dentro de una institución de este tipo, hay algo que siempre ha existido y es la posibilidad de tener acceso a determinado tipo de herramientas, siempre y cuando, supieras cómo negociarlas. A Morris, por ejemplo, un poco de ayuda le costaría la totalidad de sus postres, a la hora de la comida.
Morris, entonces, sería valiéndose de mucha paciencia, horas de trabajo y hábiles estrategias de distracción, que lograría, junto a otros dos compañeros, Clarence y John Anglin (Jack Tibeau y Fred Ward), elaborar el plan perfecto, del cual él era la mente pensante. 
Con respecto a lo más flojo, diría que Siegel cometió el error de no profundizar en aspectos de la psicología misma de Morris. Haciendo memoria, en el drama ficticio carcelario Cadena Perpetua, del 94, Darabont se había tomado su tiempo para que conociéramos a Andy Dufresne lo mejor posible. Entonces, luego viviríamos toda la secuencia de su fuga, casi como si fuésemos nosotros, los que estuviéramos dejando atrás Shawshank. Esto en Escape de Alcatraz también ocurre, pero en mucha menor escala y quitándole así magnitud a la última secuencia. No deja de ser cierto que la hazaña de Morris fuera bastante menos impresionante, que lo hecho por Dufresne. Pero eso no quita que dependiera de Siegel, el que la parte del escape tuviera en nosotros el mismo efecto conseguido por Darabont.

Mi puntaje: 6/10


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