miércoles, 9 de mayo de 2012

"Las armas las carga el diablo y las descarga el estúpido""

Título: 96 Minutes (96 Minutos)
Año: 2011
Género: Drama, Thriller
Director: Aimee Lagos
Guión: Aimee Lagos
Duración: 93min
Reparto: Brittany Snow, Christian Serratos, Evan Ross, Jonathan Michael Trautmann, David Oyelowo
Produc.: First Point Entertainment, Katonah Pictures, Perfect Weekend
  
Inspirada en hechos reales, 96 Minutos es una muy bien lograda película, que se preocupa, más que nada, de mostrarnos la sociedad que hemos llegado a construir. Recreando los hechos que llevarían a cuatro personas, pertenecientes a dos mundos muy distintos, a pasar una situación estresante que los cambiaría para siempre, la directora Aimee Lagos se toma el trabajo de llamarnos la atención, para que recordemos que todos somos, aunque no nos guste, parte de una sociedad que se está yendo cada vez, más a pique.
Uno puede que nazca en un lugar de privilegio, en una familia con altas o medianas posibilidades financieras y con un nivel cultural enriquecido. Esto probablemente implique que se saldrá más favorecido al momento de tomar ciertas decisiones que vayan por buen rumbo. O en el caso de que no lo fuesen, es de suponer que se estará siempre a tiempo de volver sobre los pasos y probar por otro camino. Se trata de la suerte de quienes hayan nacido en “cuna de oro”, pero que son un grupo reducido. Para estos privilegiados, encontrarse con alguien del sector más marginado podría acabar con sus alegrías.
Carley y Lena (Brittany Snow y Christian Serratos) son dos inteligentes, chicas universitarias. En el caso de Carley se lo deja bien en claro, cuando se la ve en plena acción con su grupo de debate, en donde, enfrentados a sus contrincantes, intercambian, con posiciones firmes, sus distintos puntos de vista sobre el trato que debería concederse a los criminales. Luego, en el caso de Lena, se la muestra en otro tipo de circunstancias, sufriendo por un novio infiel.
Del lado contrario tenemos a Dre (Evan Ross) y a Kevin (Jonathan Michael Trautmann), dos chicos nacidos bajo condiciones complicadas y a quienes cuesta, terriblemente, distinguir la fina línea que separa a la buena conducta de la mala.
A Dre lo conocemos como un chico que asiste a clases, es decir, que se esfuerza por hacerse un futuro. Hoy, precisamente, cuando va a recibir una importante y alentadora alta calificación, algo de lo que sentirse orgulloso. Tras la buena noticia Dre se encuentra con su novia, a quien pone al día, pero cuando ella le habla sobre verse más tarde, Dre le dice que no puede porque ha quedado con sus amigos. Kisha (Jamila Thompson) intenta disuadirlo de juntarse con esa gente, a lo que Dre, aparentemente seguro de sus argumentos, insiste en saber, exactamente, lo que él hace.
Pese a su actitud desacertada, Andre tampoco termina siendo del todo, la persona de quien deberíamos preocuparnos. Kevin, sin embargo, es acá la bomba de tiempo.
Kevin es de los personajes, el que las tiene más feas. Con un trasfondo que deja mucho que desear, el pobre no tiene idea de lo que hace, ni de en qué se está metiendo. Su diaria consiste en manejarse impulsivamente, creyendo que puede hacer lo que se le de la gana. Con todo, acaba dejándose manipular por la peor de las influencias, una pandilla de tipos con muy mala pinta, individuos carentes del sentido del comportamiento civilizado.
El hecho de que antes describiera a Kevin con el adjetivo de “pobre”, puede que para muchos suene equivocado, y más, si se tiene en cuenta, las atrocidades que está por cometer. Lo que ocurre es que, si uno se detuviera a pensarlo, quizás entendiera que este chico no es lo que vemos, porque así lo haya querido siempre. Con el tipo de existencia que lleva con, por ejemplo, una madre que es golpeada, estamos hablando de un muchacho cuyos modelos a seguir no son los más provechosos. Decir además, que Kevin tiene como objetivo ser aceptado por la pandilla, tener acceso total a las armas y disparar a muerte a quien él quiera, es lo mismo que apuntar a que Kevin está perdido, no tiene idea de en qué se mete, ni tampoco, de  lo que es cometer un crimen. Kevin está enojado, quién sabe si con alguien e particular, o si con todos, por el entorno tan jorobado al que le ha tocado llamar “hogar”.
Se hace de noche y Carley y Lena van a divertirse a un boliche. Allí, Lena ve de lejos a su novio y eso la angustia. Lena ahora quiere marcharse, cuando la fiesta recién está empezando, pero por suerte, la muy dulce de Carley se ofrece a llevarla  de vuelta.
Desafortunadamente, a veces sin que nos demos cuenta, estamos tomando una decisión en el momento menos indicado. Carley y Lena salen rumbo a su vehículo, justo cuando otros dos chicos están por la vuelta (Dre y Kevin), uno de los cuales se halla en su peor momento (Kevin) de la jornada. Entonces, los destinos de estas cuatro personas, de dos realidades opuestas, se cruzan y viene el desastre.
Carley y Lena son, en su propio auto, prisioneras de un desconocido, y Lena ha sido herida gravemente. Dre, que es quien está al volante y quien ya podría ser procesado por asalto y secuestro, empieza a manejar sin un rumbo fijo, aunque su objetivo es llegar a un hospital. Su compañero de asiento, consciente de lo que pasa, pero aterrado y enojado, sabe que irá a la cárcel y prefiere su libertad a que la chica sobreviva. Por consiguiente, ningún centro de asistencia médica es una opción.
Dre intenta pensar. El estúpido de Kevin, que no para de hablar, no se lo permite, y para colmo enciende la radio, para distraerse con su maldita música. Nada bueno puede salir de todo eso.
96 minutos es de esas películas en las que todo va de mal en peor, pero que tiene una gran enseñanza, que nos dice que seamos conscientes de quiénes somos, de con quiénes coexistimos y de que a veces "sí tenemos" opciones, y usarlas sólo depende de nosotros.
Gracias a un muy buen trabajo de cámara en mano y a un reparto bien elegido, ha sido que Aimee Lagos se las ingeniara para mostrarnos, lo más de cerca posible y de la manera, también, más realista, cómo es que transcurre un conflicto que parece un infierno.

Mi puntaje: 8/10


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jueves, 3 de mayo de 2012

"Un gran poder, significa una gran responsabilidad"

Título: Chronicle (Poder sin Límites)
Año: 2012
Género: Drama, C. Ficción, Thriller
Director: Josh Trank
Guión: Max Landis (escrito por), Max Landis y Josh Trank (historia)
Duración: 84min
Reparto: Dane DeHaan, Alex Russell, Michael B. Jordan, Michael Kelly, Ashley Hinshaw
Produc.: Davis Entertainment, Adam Schroeder Productions, Film Afrika Worldwide
Presup.: $12 millones aprox.

En Poder sin Límites, tres amigos se ven expuestos a una extraña sustancia que encuentran en un bosque. A partir de ese momento empezarán a experimentar el poder de la telequinesis.
Andrew Detmer (Dane DeHann) y Matt Garetty (Alex Russell) son primos. Sin embargo, la relación de íntima amistad que mantenían en su infancia, ya no existe. Andrew, por su parte, es un joven tímido, nada popular y quien consigue sentirse cómodo en una fiesta al llevar consigo una cámara de video, la cual, también, le trae problemas. Andrew termina saliendo de la fiesta, golpeado y sentándose a la intemperie.
Pronto, otro muchacho, su nombre Steve Montgomery (Michael B. Jordan), se acerca a Andrew por un favor. Él y Matt han descubierto algo y quieren que Andrew lo registre. Andrew sigue a Steve hasta el lugar de los hechos, el cual podría describirse como un curioso agujero en la tierra. Dentro de este, hallan algo inexplicable, una sustancia nunca antes vista, que hace ruidos muy agudos y emite colores, y que los dota de un poder que es, quizás, demasiado grande como para que puedan controlarlo. Luego, ambos primos experimentan juntos, acortando nuevamente las distancias.
Poder sin Límites es una de las primeras novedades del 2012, en la línea de El Proyecto Blair Witch (1999), Trollhunter (2010), Actividad Paranormal (2007) o Fenómeno Siniestro (2011), en un momento en el que el subgénero de películas de tipo “falso documental” o “material encontrado” se ha convertido en la nueva moda.
Acá tenemos, obviamente, al típico chico que carga con su cámara para todos lados y sin importar lo que ocurra, lo cual sirve de excusa para que podamos apreciar, casi que, de primera mano, todo lo que pasa. La mayor de las diferencias que presenta respecto a productos similares es que, mientras en Fenómeno Siniestro o El Proyecto Blair Witch estábamos expectantes a la aparición de fantasmas, monstruos o demonios, el centro de interés en este caso son los propios protagonistas, de quienes estamos siempre esperando que muevan o rompan alguna cosa, o hagan algo que nos sorprenda. Cada escena es otra ocasión para ir descubriendo que tan lejos pueden llegar, desde divertirse haciendo travesuras inofensivas, hasta cometer errores casi fatales. Esto último, que conduce a Matt a ver necesario establecer ciertas normas.
Es muy posible que algunos le vean cierto parecido con Carrie (1976) de Brian De Palma. Sobre esto, sólo puedo decir que Poder sin Límites dista mucho de ser una copia del clásico de los 70s, ya sea por su punto de partido, que es otro completamente distinto, o por el enfoque dado a sus personajes, de la mano del tipo de puesta en escena.
De tanto en tanto, las distintas circunstancias paranormales son puestas a un lado para que se aborde la complicada situación familiar de Matt. El chico vive bajo el mismo techo que su madre enferma, quien está siempre en cama, y que su discapacitado padre ex bombero, un hombre aterrado por la enfermedad de su esposa y que sólo sabe expresarse mediante la reprimenda.
La película nos va llevando a través de ese universo repleto de posibilidades, que implica el poder manipular los objetos, casi sin importar, la cantidad o los tamaños y sin tener que mover un solo dedo. Desde jugar con las piezas de un Lego, hasta arrastrar un auto, o incluso volar a lo Peter Pan, por entre las nubes. Empero, algo que estos muchachos nunca deberían de haber olvidado es de la enorme responsabilidad que significa contar con algo tan descomunal. Porque Matt es un tipo inteligente y lúcido, lo mismo podemos decir de Steve, pero no, de Andrew.
Andrew no es un mal muchacho ni tiene malos sentimientos, pero ni el mayor de los poderes ha podido evadirlo del peso de una madre que agoniza, o de un padre que sólo sabe gritarle o cuestionar lo que él hace y con quién anda.
Afortunadamente, en Poder sin Límites han sido capaces de ofrecernos un concepto que fuera más allá del volar y mover cosas. Se aborda la problemática de un muchacho que, incapaz de detenerse a razonar, se  ve obligado a ir al extremo, para desconfiar de todos, verlos como enemigos y sentir que deben ser castigados. Andrew acaba convirtiéndose en una suerte de Carrie, en versión masculina, sólo que sus posibilidades de acción y destrucción, son mucho mayores y más catastróficas.
Con las andanzas de estos muchachos se nos va revelando cómo cada uno disfruta de su capacidad sobre humana, para que luego veamos, sobre el cierre, el verdadero despliegue de efectos visuales. Ahí es donde la acción inunda la pantalla, con extras, vehículos y vidrios volando por todas partes, por culpa de un chico perturbado. Todo lo que vemos constituye la sumatoria de un trabajo de pirotecnia, amplio uso del croma (pantalla verde) y una gran variedad de añadidos digitales. En este mismo cierre es donde la película pierde parte importante de su dimensión dramática, para que todo se convierta en algo meramente entretenido, similar al combate entre súper héroes y villanos. Fuera de eso, esta nueva sucesora del El Proyecto Blair Witch vale, ciertamente, la pena, y no es, una mas del montón.

Mi puntaje: 7/10 
 

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