viernes, 1 de marzo de 2013

"Un cambio de look, insalubre"

Título: La Moustache (El Bigote)
Año: 2005
Género: Drama, Misterio
Director: Emmanuel Carrère
Guión: Jèrôme Beaujour, Emmanuel Carrère (novela), Emmanuel Carrère (guión)
Duración: 87min
Reparto: Vincent Lindon, Emmanuelle Devos, Mathieu Amalric, Macha Polikarpova, Hippolyte Girardot, Cylia Malki, Fantine Camus
Produc.: Les Films de Tournelles, Pathé Renn Productions, France 3 Cinéma, Centre National de la Cinématographie (CNC), Cofimage 16, Uni Etoile 2, Région lle-de-France, Procirep, Canal+, Fondation GAN pour le Cinéma, TPS Star

En El Bigote, sentado en la bañera Marc (Vincent Lindon) pregunta a su esposa (Emmanuelle Devos) qué le parecería si se afeitara un bigote, que lleva usando desde hace mucho. 
Emmanuel Carrère, director de esta película, nos deja clara su intención de no extenderse en largas presentaciones y va derecho al grano. De modo que escuchamos en seguida la voz de Marc quien, desde la bañera consulta a su esposa sobre un posible cambio de look. Agnès, por su parte, le responde vagamente, no dándole un sí o un no, y yéndose a hacer mandados. Entonces, Marc decide hacer la prueba.
Agnès regresa, más tarde, para que su esposo se divierta en silencio. Al calzarse evita que Agnès vea el cambio, y tras ella ducharse, Marc sostiene la toalla en alto, quedando parte de su cara, escondida. Ambos se detienen frente al espejo, en donde Marc aguarda a ver el gesto de su esposa, cuando ella note lo que se ha hecho, pero eso no pasa. Ni tampoco le dice nada en el ascensor o en el auto, cuando esa noche van a la casa de sus amigos, Serge (Mathieu Amalric) y Nadia (Macha Polikarpova), quienes tampoco le dicen nada. 
Lo peor, sin embargo, aún está por venir. Porque Marc larga a su esposa la bronca que ha ido acumulando, hasta que, en la cama, Agnès se ve obligada a llamar a sus amigos. A altas horas de la madrugada recibe de ellos la confirmación de que, desde hace quince años, Marc nunca ha tenido bigote. 
Pero la seguidilla de situaciones irreales no termina allí. Los compañeros de trabajo de Marc tampoco notan su afeitada, aunque sí se dan cuenta cuando vuelve a fumar. Como si la locura sólo girara en torno a su bello facial. 
Marc se hace nuevas fotos y pide a una desconocida que les eche un vistazo, junto a la de su cédula. La chica acierta, en seguida, en señalar lo que ve distinto, con lo que ahora Marc comprende aún menos, lo que le pasa. 
Siguiendo con esto, qué mejor que buscar sus fotos del viaje a Bali, como evidencia de su cordura. Al ver el álbum, lo alivia poder confirmar su sensatez. No obstante, al momento de enseñárselo a Agnès, ella le hace muy poco caso, y yo quisiera saber porqué, pero realmente, ¿POR QUÉ?, él no le insiste. Si esta ha sido la manera de mantenernos el misterio, lamento decirlo, pero no ha sido buena. Porque permitirle ver a Agnès esa evidencia, era algo tan obvio, que lo contrario le quita sentido. 
Así y todo, el dilema del bigote llega a ser uno entre varios. Tras oír un mensaje de su padre en la contestadora, Agnès le dice que eso no es posible porque su padre está muerto. Marc también le menciona a Serge y Nadia, para que Agnès le asegure no conocerlos. Marc llega al punto de llamar a casa de sus padres para, que, de hecho, la línea figure fuera de servicio. A estas alturas, él parece estar viviendo un episodio de la Dimensión Desconocida
Desesperado y sintiendo que ha perdido noción de la realidad, Marc se escapa del apartamento antes de que Agnès consiga internarlo, y llega en taxis al aeropuerto, para marcharse, sin equipaje, hacia Hong Kong.
Marc llega a terreno hongkonés para hacer de esta ciudad su terapeuta, y buscando olvidar tanto sinsentido. Se instala en un hotel e inicia una nueva rutina, que Carrère nos describe, por varios minutos, hasta cansarnos. A dejado inconcluso su “largo episodio fantástico”, onda Rod Serling, para que uno se pregunte, ¿en dónde quedó lo que estábamos viendo? 
Con China sustituta de Francia, todo el misterio del bigote, del padre de Marc y de sus amigos es echo a un costado, quedando en una especie de stand by desconcertante. El Bigote sufre un cambio de rumbo que nos deja esperando por un hecho revelador inexistente, cuando, como mucho, Marc vuelve a dejarse el bigote y la barba. 
Observándolo en sus días de turistas me dieron ganas de acelerar las escenas. Hasta que un día él llega al hotel, para hallar a su esposa leyendo acostada, como si nada. Como si él se hubiera marchado en buenos términos. 
De noche se encuentran con una pareja, a la que conocieron, supuestamente, en ese viaje. Con ellos ven fotos de los cuatro en una cámara digital, y en cuyas instantáneas Marc advierte, como indiscutible, la presencia de su problemático bigote. Sin embargo él está convencido de nunca haber conocido a esa gente, previo a esa salida, y ni que hablar de que en su memoria no hay registros de esas fotos en las que sonríe.
Carrère, así, nos sigue sumando misterios, con respecto a lo vivido o no vivido por Marc, estando casado. No haciendo intento alguno por aclararnos nada y, sin tampoco darnos pistas, su película acaba parecida a como empieza, permitiendo que interpretemos como queramos. Y al contrario, creo que la idea del bigote daba para más que un cierre tan impreciso y para trabajársela más a fondo. Recuérdese sino, finales abiertos, pero bien elaborados, como en Contacto (1997) o La Separación (2011), en donde al menos uno sabía con que posibilidades manejarse y no era un sencillo e indistinto “vale todo”. 

Mi puntaje: 2/10


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