lunes, 16 de julio de 2012

"Viviendo vidas ajenas"

Título: The Final Cut (La memoria de los muertos)
Año: 2004
Género: C. Ficción, Thriller
Director: Omar Naim
Guión: Omar Naim
Duración: 104min
Reparto: Robin Williams, Mira Sorvino, Jim Caviezel, Mimi Kuzyk, Stephanie Romanov, Michael St. John Smith
Produc.: Lions Gate Entertainment, Cinerenta Medienbeteiligungs KG, Industry Entertainment, Final Cut Productions

En La memoria de los muertos, en un mundo en el que los recuerdos son retenidos por implantes de memoria, Alan Hakman es un montador, especializado en comprimir miles de horas de material a sólo segmentos reducidos, una vez que hemos fallecido.
Muchas veces una película pasa desapercibida. Lo que acaba siendo una verdadera injusticia, si el argumento que se contaba era bueno, como en el caso del director Omar Naim, quien tendría que contentarse con sólo cuatro semanas en cartelera.
En Octubre del 2004 esto es lo que sucedería con lo último de Robin Williams, quien personificaba a Alan Hakman, montador de recuerdos de vidas ajenas. Algo muy, pero muy delicado.
La película nos adentraba en una realidad imaginaria, en donde sólo algunos, aquellos que pudieran costearlo, tendrían acceso a unos implantes de memoria, invento desarrollado por el programa Zoe y cuya función era registrar todo aquello captado a través de nuestros ojos, desde nuestro nacimiento hasta el momento de nuestra muerte. De aquí, que la gran interrogante fuera de orden ético.
Convivir toda la vida con una suerte de chip, dispositivo, o como quisiera uno llamarle, tenía en principio un objetivo medianamente útil. Al morir, el implante sería entregado a un montador (en este caso, Robin Williams), quien desde su isla de edición vería el material, seleccionaría lo que creyese más agradable y adecuado y eliminaría todo lo otro. Lo elegido sería proyectado en el “rememorial” del funeral, espacio de un par de horas donde los presentes podrían ver al ser amado, para recordarlo de la mejor manera.  
La idea en sí, no parecería mala. Ir al velatorio de un pariente o un amigo, en un momento en el que estábamos destrozados y verlo, de repente, riendo una última vez. Acaso disfrutar de lo mejor de su niñez, de su adolescencia o de su adultez. Todo muy lindo.
Pero nada de esto quitaba que las vivencias grabadas en el chip ya no serían personales. Hiciese uno lo que hiciese, desde lo más trivial hasta lo menos, o incluso lo más horrible, todo sería, al final, una gran película a ser vista por un montador, quien tendría que obviar cualquier clase de juicio de valores y nunca hablar de ello. La pregunta acá sería entonces, ¿con qué derecho?
Si el difunto fuere, por ejemplo, un asesino o un violador, sólo bastaría con pulsar un botón para desechar todas las pruebas y crear así una falsa imagen, de alguien que sería recordado, no por lo que había sido, sino por lo que sería visto en la mentira de su montaje.
En la película, Mira Sorvino sería Delila y Jim Caviezel, Fletcher. Ella funcionaría para Alan como su apoyo emocional, y él, cómo un problema. De Delila podría agregarse, que faltó saber más sobre su personaje. De Fletcher, únicamente, que es quien se empeñaría en adquirir el último implante obtenido por Alan, correspondiente a un tal Charles Bannister, un fallecido delincuente.  
Por último podría recalcarse, que si bien ha sido un concepto de lo más original, la historia escrita por Omar Naim tiene una pequeña inconsistencia. Puesto que el chip mantiene registros tan largos, es intrigante cómo un montador pudiera sea capaz de ver todo ese material en tan corto plazo, antes de un funeral. Un error que, aunque le quita a la trama cierto realismo, resulta más conveniente pasarlo por alto y darle a su director el visto bueno por el intento. 
Como dato curioso, sólo decir que esta sería la segunda de las incursiones de Robin Williams dentro del género de la ciencia ficción en un largo, pero sobre todo, tocando conceptos polémicos. Ya antes había sido un extraterrestre en la serie Mork y Mindy (1978-1982), pero tratándose de una comedia. En cambio, su anterior trabajo dramático, también sobre cuestiones con controversia, había sido la cinta de 1999, El hombre bincentenario, de Chris Columbus, en donde Williams hacía de robot.

Mi puntaje: 7/10


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