sábado, 28 de abril de 2012

"Scorsese en la cuna del cine"

Título: Hugo (La Invención de Hugo)
Año: 2011
Género: Aventura, Drama, Familia
Director: Martin Scorsese
Guión: John Logan (escrito por), Brian Selznick (libro)
Duración: 126min
Reparto: Asa Butterfield, Chloë Grace Moretz, Ben Kingsley, Sacha Baron Cohen, Ray Winston
Produc.: Paramount Pictures, GK Films, Infinitum Nihil
Presup.: $170 millones aprox.

En La Invención de Hugo se nos ubica en el París de los años 30, en donde Hugo Cabret (Asa Butterfield) es un niño huérfano que vive escondido en una estación de trenes y cuya especialidad es reparar artefactos. Hugo lleva una existencia solitaria, con un tutor ausente, su alcohólico tío Claud (Ray Winston), un bueno para nada, incapaz de cuidarlo o de arreglar los relojes de la terminal, labor del que se ocupa su sobrino.
Entre sus pertenencias Hugo cuenta con un autómata, una máquina que imita la figura y movimientos de un ser animado y que constituye el mayor legado dejado por su padre. Él sabe que este artilugio ha sido diseñado para expresar algo en papel, ya sea una frase, un dibujo o algún tipo de mensaje. Sin embargo, su autómata no está completo y Hugo debe de hallar ciertos elementos para facilitar el funcionamiento de su mecanismo. Así, un día en que Hugo se encuentra activo en sus cosas, se topa con Georges Méliès (Ben Kingsley), un vendedor de juguetes de la estación, que no le tiene ninguna simpatía, además de llamarlo ladrón. Furioso, Méliès le arrebata otra de sus más preciadas posesiones: un libro, para el niño, de crucial importancia y sin el cual va a sentirse perdido. Para colmo, su presencia misma en la estación no es nada bien vista, en donde, a ojos del inspector, él no es más que un fugitivo. Lo que significa que Hugo ha de acercarse al negocio de Méliès para recuperar lo que es suyo pero, sin ser, en el acto, detenido. Poco más tarde Hugo conocerá a Isabelle, niña ahijada de Méliès, a quien pedirá que le ayude a recuperar su libro y con quien descubrirán un secreto maravilloso. 
Tras muchos años hablándonos de tipos duros (Buenos Muchachos 1990, Casino 1995, Pandillas de Nueva York 2002 o Los Infiltrados 2006), Martin Scorsese ha decidido pasarse hacia un relato que, por fin, niños y adultos puedan disfrutar a la par, y en donde no se escuche ni una sola injuria a lo largo de toda la película. Scorsese deja el mundo de la corrupción y la violencia para tratar de brindarle su sello personal al libro de Brian Selznick, concediéndose la posibilidad de hacer homenaje a uno de los momentos claves del surgimiento de ese mundo del espectáculo que le abrió a él sus puertas. 
Brian Selznick había abordado antes esa historia, mostrando en imágenes las circunstancias que rodearan a Georges Méliès, ilusionista y, posteriormente, cineasta. Méliès era un hombre que en una feria, tras conocer a los hermanos Lumiere y a su intrigante proyector cinematográfico, había quedado fascinado y, querido, luego, comprárselos. Pero los hermanos se habían rehusado a venderlo y al final Méliès había diseñado su propia versión del mismo aparato. 
En el libro, Selznick inventaba, por otra parte, a Hugo, un niño hábil con las manos y quien nos vincularía a nosotros con el señor Méliès. 
Respecto a la película, Scorsese nos muestra quién es Hugo y qué es lo que él busca, valiéndose de flashbacks que lo expliquen mejor. El niño vive enteramente por las suyas y en una realidad que le es ajena al resto. Ahora, cuando Hugo ve cómo la injusticia o la mala suerte lo vuelven a acompañar, se hace muy difícil sentir su sufrimiento desde afuera, ya que en todo momento se le ve con, exactamente, la misma expresión en el rostro, lo cual habla de un trabajo no muy bueno en la dirección de actores. Si uno pusiese la película, mirase a Hugo detenidamente en tres o cuatro escenas y luego acelerase la cinta unos cuarenta minutos, se sorprendería por encontrarse con los mismos gestos exactos, ineficaces al momento de transmitir lo que el niño siente o piensa. Tratándose, entonces, de una película cuya temática es en efecto, interesante, fácil de entender, muy bien fotografiada y excelentemente recreada, en términos de reconstrucción histórica, el perfecto toque final hubiera sido una actuación más convincente y quebradora de corazones, que ciertamente no vemos nunca. 
Por otro lado, debe destacarse la calidad de Scorsese al hacerle un breve repaso a la propia historia del cine, cuyo origen estuviera, precisamente, en Francia. Sirviéndose de Georges Méliès, como motor desencadenante, el director nos da un pantallazo sobre el cine primitivo y en donde nos señala cómo fue que empezó todo y cómo surgieron los efectos especiales, a partir de los primeros cientos de metros de celuloide. 
Creo que lo peor que podría suceder a estas alturas, sería que el espectador fuera ajeno a dichas circunstancias. Quienes conozcan los detalles históricos más elementales sobre los inicios de este arte, quizás se vean emocionados y hasta erizados, frente a este segmento. Quienes, en cambio, no conozcan nada, seguramente crean que se trata de un muy entretenido cuentito, pero inventado. A los de este segundo grupo les recomiendo La Verdadera Historia del Cine (1995) de Peter Jackson.

Mi puntaje: 7/10


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