lunes, 24 de octubre de 2011

"Guía turística de París, según Woody Allen"

Título: Midnight in Paris (Medianoche en París)
Año: 2011
Género: Comedia, Fantasía, Romántica
Director y guión: Woody Allen
Duración: 94min
Reparto: Owen Wilson, Rachel McAdams, Marion Cotillard, Corey Stoll
Produc.: Gravier Productions, Mediapro, Televisió de Catalunya (TV3)
Presup.: $30 millones aprox.

Medianoche en París trata sobre un escritor norteamericano (Owen Wilson) que viaja a la capital francesa junto a su prometida (Rachel McAdams) y sus suegros (Kurt Fuller y Mimmi Kennedy). Entonces, una noche, mientras su prometida se va a una fiesta, él sale a caminar, momento en el cuál cae en una especie de hechizo, que lo transporta hacia el París de los años 20, con el que siempre ha soñado tanto.
La película arranca con un bellísimo repertorio de tomas, de distintos puntos de París, mostrándonos algunas de las tantas posibilidades de recorrido que puede elegir un turista. Este repertorio es mostrado con acompañamiento musical, pero carente de créditos. Seguramente, para aquellos que ya hayan ido a París o para quienes tengan intenciones de hacerlo, esta presentación debería servirles de detonante para hacer las valijas de una buena vez. Por si fuera poco, se trata de tomas tanto diurnas como nocturnas, y tanto en días soleados como lluviosos, adornando aún más esa imagen tan espectacular y romántica, que tanta gente atribuye a los franceses. Pero, más allá de tanta belleza, este comienzo acaba siendo demasiado largo, quedando en lo puramente propagandístico. Cuando la música termina, dando por concluída la presentación, resulta aliviador oír dos voces en off.
Ahora la película ya nos está dando a conocer a ciertos personajes, cuatro burgueses estadounidenses,  y luego, inmediatamente, vemos el tipo de reuniones a las que frecuentan. Poco más tarde, Gil (Wilson) prefiere irse a dar una caminata en lugar de ir a bailar con su prometida, se separa de ella por un rato y, de pronto, ya son las doce de la noche. Gil avanza, tranquilamente, por una calle adoquinada cuando, "abra cadabra y hopus copus", ve acercarse un carruaje, que por cierto no pega para nada, con el siglo XXI. Este será su puerta de entrada hacia una mágica retrospectiva de los increíbles años 20 en París, y lo que parecería imposible para cualquier mortal racional, se hará realidad para este hombre, que tendrá el honor de conocer a intelectuales de la talla de Ernest Hemingway, Luis Buñuel o Salvador Dalí.
En sí, es este viaje imposible de lo que en principio aparentaría tratar la película, y que debería al mismo tiempo dotarla de cierto encanto. Y no sólo hablo del aspecto fantasioso, sino a lo mágico de esa ciudad, que diera origen a la frase: "Ver París y después morir". Sin embargo, hay otro elemento que para mi gusto ensombrece toda posibilidad de narrar la historia de manera eficiente, y es la exagerada importancia que se le da a la ciudad misma. Es como si cada uno de los planos del film pretendiera decirnos "Miren, que bello es estar aquì" y que el argumento principal, con los pintores, escritores y otros, fuera únicamente una excusa. Entonces, Woody Allen convierte su más reciente película en una especie de "camuflada guía turística". Porque creo que, si bien la fotografía de toda película es sumamente importante, lo es aún más la historia que se nos cuenta. Y acá, casi parecería, que la historia es algo secundario, convertida en un pretexto para hacer que queramos viajar allá.
Ya en pleno desarrollo del argumento, a medida que Gil se va encontrando con estos históricos personajes, va manteniendo con ellos algunos diálogos interesantes, exponiendo ante estos ciertas cuestiones de su vida, que es cuando uno como espectador, se siente más atraído hacia lo que ocurre. Sin embargo, y sin importar qué esté sucediendo, uno ha de prestarle especial atención al encuadre y repetirse para adentro "cuántas ganas tengo de comprarme un boleto hacia esa ciudad de ensueños".
Por si fuera poco, ¿qué decide Gil, al final? Ni más ni menos, que quedarse en París a vivir. Ahora justo, no recuerdo si lo decidía como algo temporal o a largo plazo, que da lo mismo.
Pero igual, no todo es tan negativo en Medianoche en París. Más allá de ser un filme extremadamente publicitario, logra se entretenido, tanto cuanto Gil está en el presente, en pantalla, como cuando está en el pasado. Y momentos como su encuentro con Buñuel, a quien sugiere una idea para una película, se hacen muy divertidos.

Mi puntaje: 6/10


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